Buenos Aires, mar 16 (ANP)- La incógnita sobre cuál sería el día en el que el dólar llegara a cotizar a 5 reales finalmente fue resuelta hoy, cuando la moneda estadounidense superó ese límite para ubicarse en 5,04, un nivel que representa una suba del 25% en lo que va de 2020.

La significativa suba contrasta con la relativa estabilidad del real en los últimos 18 años, en los que tuvo oscilaciones entre 3 y 4 unidades por dólar, pero de ninguna manera implica el final de la depreciación de la moneda brasileña.

Por el contrario, el mercado se prepara para nuevas cotizaciones más altas del dólar, si se tiene en cuenta el propósito del ministro Paulo Guedes de no frenar la devaluación.

Jair Bolsonaro y Paulo Guedes

El nuevo escenario, agravado notoriamente por los efectos mundiales del coronavirus, descoloca a los funcionarios el área económica del gobierno argentino, en la medida que la caída del real afecta de lleno la intención de valerse de la paridad entre el peso y el dólar como ancla anti inflacionaria y, además, a la competitividad del sector exportador.

El presidente Alberto Fernández asumió con un escenario en el que se perfilaba un superávit comercial para 2020 de alrededor de US$ 15.000 millones de dólares, basado principalmente en una mejora de la economía brasileña que impulsaría la demanda de la población de ese país y, por otro lado, un crecimiento de las ventas de commodities a China, convertido desde el año pasado en el segundo socio comercial del país.

El coronavirus echó por tierra con esas proyecciones y se espera una caída de las exportaciones de entre US$ 3.500 millones y US$ 4.000 millones, por lo que habrá que insistir en reducir las importaciones para tener un superávit comercial que se acerque a la meta original.

A tres meses de su asunción, el escenario cambió para peor, al menos en lo que a competitividad se refiere. Con el nuevo esquema de retenciones y con todos los países de la región depreciando sus monedas, exportar es mucho más complicado que el 10 de diciembre.

Pero ese problema no preocupa solamente al ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. También es motivo de desvelos para su par de Economía, Martín Guzmán, y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce.

El retraso cambiario al que se encamina la Argentina, que depreció el peso cinco veces menos que el real en lo que va del año, es una complicación inocultable de cara a la presentación de la propuesta de renegociación de la deuda. Difícilmente puede resultar convincente una iniciativa en la que no se podrá precisar cómo se obtendrán los dólares para hacer frente a los pagos, más allá de lo extenso que pueda resultar el hipotético período de gracia.

Las minidevaluaciones admitidas diariamente con pequeñas subas en el tipo de cambio de referencia serán cada vez más insuficientes ante un Brasil que deja subir sin freno alguno al dólar y los riesgos de reeditar asimetrías de precios entre los dos países como en 2001 no están lejanos.

Pero un cambio de estrategia no será para nada gratuito. A diferencia de Brasil, en el que el pass throug del tipo de cambio a precios internos es acotado, una devaluación del peso tendría efectos inflacionarios inmediatos, como cualquier argentino sabe de memoria.

Y en ese aspecto, todo está sujeto con alfileres. La persistencia del cepo y del congelamiento de tarifas no hace más que alimentar las dudas sobre qué pasará cuando se liberen esas dos restricciones. A lo que debe agregarse el agravamiento de la situación fiscal, atendida por adelantos del Banco Central al Tesoro que a su vez alimentan la bomba de las leliq, cuyo stock en lo que va de la Presidencia de Fernández aumentó casi un billón de pesos.

Con una pandemia cuyos efectos económicos recién se están empezando a notar, la depreciación del real brasileño puede convertirse en la peor noticia para la economía argentina.