Buenos Aires, oct 26 (ANP).- El presidente Alberto Fernández y su vice, Cristina Kirchner, volverán a compartir mañana un acto público en el que recordarán a Néstor Kirchner a diez años de su muerte, un homenaje ineludible para ambos que los encuentra inmersos en una crisis económica y cambiaria agobiante.

La dupla presidencial encabezará un acto en el que la estatua del fallecido jefe de Estado será colocada en el Centro Cultural Kirchner (CCK), luego de un año de ostracismo tras ser desalojada de la sede de la UNASUR, en Quito. También habrá movilizaciones del PJ a partir de las 17.00 en todos los edificios y sitios que lleven el nombre del ex mandatario.

Cristina Kirchner en 2010 con los presidentes de Ecuador, Rafael Correa, y de Bolivia, Evo Morales

La última vez que Alberto y Cristina Fernández se vieron la cara en público fue hace dos meses para dar la buena noticia de la reestructuración de la deuda, logro que no tardó en diluirse con la disparada del dólar. Un dolor de cabeza para el gobierno que, se dice, mantiene enfrentados al presidente y a la vicepresidenta.

El homenaje despierta gran expectativa por el mensaje de Cristina, que sin duda espera que el CCK sea la morada final de la estatua de su esposo. Algo que solamente el tiempo y el humor de los votantes dirá.

Un censo accidentado

El 27 de octubre de 2010 no iba a ser un día cualquiera en Argentina, eso se supo desde el mismo momento en que se fijó esa fecha para el censo nacional que se realiza cada diez años. Fue un miércoles en que todo el mundo se quedó en casa a la espera de la visita de los encuestadores, como si fuera un feriado más.

Pero muy temprano en la mañana los madrugadores se desayunaron con la impactante noticia de la muerte del ex presidente y esposo de Cristina Fernández, quien entonces ya era presidenta de la Nación. El mandatario poderoso y polémico, el hombre campechano pero temible para los que no se paraban en su misma vereda, el desgarbado y políticamente incorrecto Néstor Kirchner, había sufrido un paro cardíaco en su residencia de El Calafate y empezaba a construir una historia póstuma que para algunos siempre será una leyenda gloriosa, aunque para otros sea apenas el relato de una pretendida grandeza.

Dicen que el peronismo tiene una fascinación especial con la adoración de sus muertos, y para muestra basta el calvario del cadáver de Eva Perón. Desde el minuto uno de la muerte de Kirchner el aparato gubernamental puso en marcha un ritual de veneración que duraría cuatro días, con televisación en vivo las 24 horas.

El féretro -colocado en el salón de los Patriotas Latinoamericanos en la Casa Rosada- fue visitado por largas colas de ciudadanos que esperaron bajo una lluvia torrencial para darle el último adiós mientras veían pasar a dirigentes políticos, sindicalistas, empresarios y artistas que iban a ver a la viuda para presentarle sus condolencias. Mandatarios de la región se hicieron presentes aunque ningún ex presidente argentino asistió. Lo único que desentonó en la ceremonia fue el cajón cerrado, detalle muy lejos de la usanza peronista.

Primero fue el detalle del cajón, luego la exagerada cripta casi faraónica en la que fueron depositados los restos. Todo alimentó conjeturas y teorías conspirativas sobre las circunstancias de la muerte, el estado del cuerpo y sobre lo que se ocultaría en las bóvedas. Para quienes lo odiaban, la ostentación de aquella tumba fue otra afrenta y motivo de sospecha.

Pero ya sea amado u odiado, Néstor Kirchner dejó su impronta marcando una era de la Argentina en la que el viraje de los argentinos hacia el populismo no sólo se acentuó, sino que parece seguir siendo la única opción viable para la mayoría.

Un extraño en el gobierno

Kirchner había llegado a la Casa de Gobierno en 2003 siendo casi un desconocido, un gobernador de una lejana provincia del sur. Tras una votación obvia, con todo el encono que había contra Carlos Menem, logró hacerse del Sillón de Rivadavia con apenas el 22% de los votos, aunque eso no le impidió forjar uno de los gobiernos más fuertes que conoció este país.

El mausoleo donde descansan los restos de Néstor Kirchner

Argentina estaba apenas saliendo de la crisis de 2001 cuando Kirchner recibió el poder de manos de Eduardo Duhalde quien, con el ministro Remes Lenicov, había llevado a cabo la pesificación y había campeado las peores consecuencias del corralito. Sin perder tiempo, Kirchner se dio cuenta de que tan importante como ser era parecer, y terminó atribuyéndose la recuperación de la economía.

Kirchner impuso una nueva forma de gobernar y, sobre todo, de comunicar. Sin tanto protocolo, sin tanto prurito con la prensa, y con poco y nada de espacio para ministros autónomos, hizo que todo girara en torno a su persona y hasta se atrevió a anunciar el pago total de la deuda del país con el Fondo Monetario Internacional utilizando reservas. Aquella pésima decisión financiera le valió las críticas de la oposición pero a cambio le otorgó la admiración de la gente.

El alto precio internacional de la soja, la todavía fuerte red energética con la que contaba el país y la revitalización de la lucha por los derechos humanos fueron algunos de los pilares para que sus cuatro años de gobierno fueron prósperos para poco más de la mitad de los argentinos y llevadero para el resto. Lentamente en los corrillos del poder se empezó a hablar de un plan de alternancia de los Kirchner: su esposa Cristina, un verdadero animal político con amplia experiencia como legisladora y, con el tiempo, probablemente su hijo Máximo.

Pero para entonces, era un secreto a voces en Casa de Gobierno que la salud de Néstor Kirchner empezaba a ser un escollo en ese plan y llegado ese punto, la postulación de su esposa fue un acierto obligado. Para 2010 el estado del ex mandatario había empeorado y fue intervenido dos veces por problemas en las arterias.

El último acto público en el que participó lo mostró pálido, apagado. Su deterioro físico era palpable y su esposa lo “retó” desde el estrado por su tozudez en estar ahí en pie cuando lo que necesitaba era descanso.

Néstor Kirchner murió pocos días más tarde, en la madrugada del miércoles 27 de octubre de 2010, cuando los argentinos se preparaban para el censo. Tenía 60 años. Con su partida dejó a Cristina Fernández sin su compañero de vida y mayor sostén político, y a los argentinos sorprendidos ante otra prueba de la fragilidad humana, que no entiende de dinero ni poder.

Por NP