Buenos Aires, oct 5 (ANP).- Caía la noche del viernes 6 de octubre de 2000. Faltaba poco más de un año para que estallara la revuelta que terminó con la salida anticipada del ex Presidente Fernando De la Rúa, cuando Chacho Álvarez paralizó al país al anunciar su renuncia a la vicepresidencia de la Nación.La bandera de la transparencia, aquella con que «La Alianza» había ganado las elecciones de 1999 y en jaque desde hacía meses por el escándalo de los sobornos en el Senado, terminaba de hundirse en el barro.

La explicación que dio Álvarez esa noche en conferencia de prensa dejó al gobierno al desnudo. El VP renunciante dijo que se iba porque todas sus sugerencias para apartar de sus cargos a los sospechosos de propiciar las coimas para aprobar la reforma laboral habían caído en saco roto. Ya que la corrupción no se estaba combatiendo en la cámara alta como debía hacerse, correspondía dar un paso al costado para no generar un enfrentamiento peor con el jefe de Estado.

Además de asestar un golpe brutal a la confianza de los ciudadanos, la dimisión de Álvarez fue el fin de la coalición que habían fundado la UCR y el Frepaso para arrebatarle al PJ el poder que había ostentado durante la década previa. Su renuncia también se llevaría por fin la cabeza de Alberto Flamarique, el entonces ministro de Trabajo, que permanecía en su puesto pese a que era el principal sospechoso del escándalo de las coimas. De hecho, Flamarique había sido acusado por el líder camionero Hugo Moyano de asegurar que tenía “una Banelco” disponible para los senadores opositores que votaran a favor de la Ley de Reforma Laboral que se discutía en el Congreso. Flamarique siempre negó la acusación pero nunca se libró de las sospechas y aunque en principio logró retener su cargo, tuvo que renunciar también ante el cimbronazo que provocó Álvarez con su partida.

El enfrentamiento que se venía dando entre Chacho Álvarez y De la Rúa era conocido. No sólo Flamarique seguía muy tranquilo en sus funciones desde que había empezado el caso, sino también otros dos sospechosos, el presidente provisional del Senado, el radical José Genoud, y el titular de la SIDE, Fernando de Santibáñez. Pero nadie había visto venir la dramática renuncia del VP.

Sin duda apartarse de su cargo le costó a Álvarez su carrera política. Muchos lo criticaron por irse en lugar de quedarse a combatir la corrupción desde adentro y honrando el voto popular que le habían confiado. Pocos años después fue convocado para ocupar la presidencia de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur y más tarde de la ALADI, donde cumplió dos mandatos. Actualmente, con 71 años, está alejado del ruedo político.

La última vez que Chacho Álvarez se encontró cara a cara con De la Rúa fue en 2012, doce años después de los hechos que conmocionaron al país, cuando fue convocado como testigo en el tardío juicio por los sobornos en el Senado. En un hecho inédito y casi cinematográfico, De la Rúa pidió a los magistrados que le permitieran interrogar a Álvarez en su calidad de abogado y le preguntó lo que debió preguntarle el 6 de octubre del 2000: “¿por qué renunció?”.

Al escuchar los motivos ya conocidos, el ex mandatario insistió en que él había dado luz verde para avanzar en la investigación de las coimas, intentando quizás que su ex vice admitiera que pesaron otras razones al decidir su renuncia, como por ejemplo, el descalabro económico que venía creciendo. Pero Álvarez tenía con qué retrucarle porque los principales sospechosos habían mantenido sus cargos durante toda la investigación que él había impulsado desde su vicepresidencia.

A pesar de tener la “convicción política” de que existieron sobornos para acelerar la aprobación de la reforma laboral, Álvarez no llegó a recabar las pruebas y todo quedó en la nada. El testimonio del secretario parlamentario Mario Pontaquarto -el “arrepentido” que en 2003 aseguró haber transportado US$ 5 millones a la casa del senador Emilio Cantarero para ser distribuidos entre otros senadores- finalmente fue desestimado. En diciembre de 2012 todos los acusados fueron absueltos.

La renuncia de Chacho Álvarez no sólo puso fin a la promesa de transparencia de la Alianza, sino que también dejó una sombra de duda eterna sobre todas las coaliciones políticas que llegarían después a prometer a los argentinos que esta vez sí, venía un país en serio.

En 2008, cuando se debatía en el Congreso la resolución 125 que subía las retenciones al campo, el entonces VP de Cristina Kirchner, Julio Cobos, reflotó aquellos resquemores contra la dudosa eficacia de las alianzas políticas cuando abrió un abismo insalvable entre él y la mandataria, al anunciar su «voto no positivo», dando lugar a la peor derrota de CFK.

Aquella vez se confirmaron todos los prejuicios contra las alianzas de partidos políticos opositores porque quedó expuesto que reunir a una kirchnerista acérrima con un radical había sido una salida tan endeble como reunir al populista Néstor Kirchner con el ex menemista Daniel Scioli. Igual que lo fue confiar en que radicales y frepasistas podían siquiera pensar en unirse para juntos liberar a la Argentina de ese monstruo que reina hace décadas, llamado corrupción.

 

Por NP