BUENOS AIRES (ANP). – «El último Vermeer» es una de esas películas “difíciles” para la aceptación del público en general, porque “los buenos” no son tan buenos, y los malos, tampoco.
Basada en hechos reales, y situada sobre el final de la Segunda Guerra Mundial en Holanda, en ese escenario se entremezclan quienes combatieron contra la Alemania-nazi, quienes resistieron, los que colaboraron con los invasores, los que vivieron como si nada pasara, y también, por que no, los que se enriquecieron.
Todos tienen algo que reprocharle al otro, pero también es un momento en que el Gobierno Provisional de los Aliados está dejando paso a las autoridades holandesas, y las críticas sobre cómo se enfrentó a los nazis se entremezcla con las peleas por el poder que surge.
En el medio, la sospecha de que un pintor se ha hecho rico vendiéndole a los nazis obras de arte, presuntamente robadas a los judíos, abre un proceso policial, político y judicial que lp puede llevar a la pena de muerte, y que no se resuelve hasta el final.
En la película también hay una crítica al “mundillo” del arte, las apariencias y cierta vida banal y distante con la realidad que parte de quienes son portadores de una gran destreza ya sea para bailar, cantar, o en este caso, pintar. Pintar «El último Vermeer”
Hay nobleza, vileza, enfrentamientos entre “pares”, suspenso en la trama y un reflejo de la miseria post Guerra.
Destacar la actuación de Guy Pearce parece hoy redundante. Junto a él está Claes Bang, en la piel de un holandés, judío, que escapó al bando de los Aliados para pelear en la Guerra, y su regreso a casa con sabor amargo por la situación general, y la suya personal.
Dirigida por Dan Friedkin, este Thriller, mezcla de drama, se puede ver en la plataforma de HBO.