Buenos Aires, ene 14 (ANP).- A Diego Maradona le sobran anécdotas de todos los géneros. Las tiene grandiosas y temerarias, como también las más lamentables y vergonzosas que se puedan imaginar, pero hay que decir que la idea de recibir a un dealer disfrazado de médico en la misma habitación donde estuvo agonizando hasta hacía pocos días atrás, es rasgo inequívoco de una vida realmente al borde.

En enero del año 2000 el ex ídolo del fútbol se encontraba atravesando un duro momento de salud. Estando en Punta del Este, quien era su manager de entonces, Guillermo Cóppola, debió llamar a la emergencia porque hacía dos días que Diego no despertaba, por lo que fue internado –según dijeron más tarde los médicos- en gravísimo estado.

Pronto fue trasladado a Buenos Aires donde se le practicaron todos los análisis del caso. Estos obviamente mostraron que en el organismo del Diez había estupefacientes suficientes como para derribar a cualquiera que no tuviera su impresionante resistencia física. Parecía que había sido la última parranda maradoniana, pero desafiando toda lógica médica, el ídolo mejoró.

En enero del 2000 Diego Maradona se encontraba con un peligroso sobrepeso

En ese entonces estaba casado con Claudia Villafañe, que lo cuidaba incondicionalmente. Ella durmió tirada en una colchoneta cerca de su cama en el sanatorio durante las noches de mayor riesgo de muerte que afrontó su marido aquella vez.

Cuando pudo dar entrevistas, Maradona dijo que entendía que su vida debía cambiar, que tenía que tomar conciencia y empezar a cuidarse porque iba a llegar el día en que la suerte lo abandonara. Juró y volvió a jurar que haría todos los esfuerzos de su parte.

Pero el 14 de enero otro escándalo de ribetes grotescos se desató en el sanatorio donde lo cuidaban: un vendedor de droga entró al lugar disfrazado de médico y llegó hasta Diego sin que nadie lo detuviera. Finalmente, alguien en la clínica se dio cuenta de que la cara del visitante era de cualquier cosa menos de doctor en medicina, y dio la voz de alerta. El pillo salió huyendo con delantal y todo y nadie supo más de él.

Los profesionales que lo atendían no podían ni recuperar el aliento pensando en lo que hubiera pasado si Maradona se les moría de una sobredosis ahí mismo en sus narices. Durante horas temieron por su vida (y por sus empleos) porque el famoso paciente estaba en riesgo de muerte súbita, pero una vez más se levantó de su lecho de moribundo y dio una entrevista extensísima para la televisión en la que dio las excusas más inverosímiles imaginables.

De ahí en más, Maradona se convirtió en una papa caliente de la que todos se querían deshacer. Pensar en ponerlo en caja era tiempo perdido, de manera que comenzó la danza de posibles clínicas candidatas para recibirlo y tratar su adicción. Lo que no fue nada fácil.

Los primeros intentos de Cóppola y Villafañe para buscarle un buen sitio apuntaron a Canadá y Estados Unidos, donde elegantemente y –alegando la barrera idiomática- se libraron del problemático paquete, sobre todo en territorio estadounidense, donde él ya tenía una causa por droga. Fue así que Diego recaló en Cuba, donde se mostraron felices de ayudarlo, dando inicio a otro capítulo intenso en su ajetreada vida.

Aunque estuvo al borde de la muerte, recibiendo peligrosas entregas cuando todavía tenía suero conectado a sus venas, increíblemente Diego Maradona resistió y salió adelante, mal o bien, pero fiel a su estilo y 20 años después sigue participando. Hasta el día de hoy la identidad del falso médico continúa siendo un misterio.

Por NP