BUENOS AIRES (ANP).- A 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, celebrado con pompa en Moscú, los organismos internacionales junto con las democracias parecen débiles y en algunos casos inconstantes para evitar los enfrentamientos bélicos a lo largo del planeta.
La indiferencia por la muerte está a la orden del día. Según un informe del Instituto para la Economía y la Paz, con sede en Sidney, Australia, existen en la actualidad 56 conflictos, la mayor cantidad desde 1945, con 92 países involucrados fuera de sus fronteras.
Por eso, si se tiene en cuenta a la devastada Gaza por los bombardeos israelíes, tras la irrupción del grupo islámico Hamas en el sur de Israel en octubre de 2023, o la guerra de Ucrania luego de la invasión rusa, el mundo no ha aprendido a vivir en armonía en las últimas ocho décadas.
Aun así, mirando hacia atrás, surgen algunas preguntas. Por ejemplo: ¿qué hubiera pasado si Adolf Hitler ganaba la guerra? ¿Cuál habría sido el destino de la humanidad si la Alemania nazi lograba fabricar una bomba atómica antes que Estados Unidos y Rusia?
El octogésimo aniversario del “Día de la Victoria”, nombre con el cual se celebra en Moscú y otras ex repúblicas soviéticas – aunque también fue conmemorado por el rey Carlos III en el Reino Unido -, evidencia también que, aparentemente, ha disminuido la relación sólida que imperó durante décadas entre el Viejo Continente y Estados Unidos.
Uno de esos motivos es que el presidente estadounidense, Donald Trump, le ha pedido a Europa que eleve los gastos para la defensa de su territorio, con el fin de que la Casa Blanca continué garantizando la custodia de Bruselas.
Divididos por sus ideologías, a menudo irreconciliables, el Kremlin y los Aliados se unieron todos para luchar contra el nazismo. Sin embargo, con 27 millones de muertos, los rusos se llevaron la peor parte de la contienda que asoló a Europa y zonas de África, entre 1939 y 1945, causando la muerte de 80 millones de personas, según el sitio online National Geographic.
Fue en Rusia donde ocurrió la grandiosa batalla de Stalingrado (1942-1943), que significó el comienzo del fin del Tercer Reich. Más tarde, el 6 de junio de 1944, los Aliados desembarcaron en las playas francesas de Normandía, liderados por el comandante estadounidense, Dwight D. Eisenhower, y empezaron liberación de una parte de Europa.
Al final, los rusos llegaron a Berlín y se enfrentaron a un ejército disminuido, que no contaba con el liderazgo de dictador alemán, ya que el führer se había suicidado en su búnker junto con su esposa, Eva Braun, el 30 de abril de 1945, a las 15.30, dice el historiador británico Laurence Rees en su libro “El oscuro carisma de Hitler”.
El 9 de mayo, conducidos por Stalin, los soldados de la ex Unión Soviética plantaron la bandera roja, con la cruz y el martillo, sobre las ruinas del Tercer Reich.
Stalin, llamado “El hombre de acero” (1878-1953) fue luego acusado de ordenar purgas y asesinatos masivos durante la década de 1930 en la ex Unión Soviética. Y a fines de noviembre de 2010, el Parlamento ruso condenó al ex dictador por la matanza de más de 20.000 oficiales y civiles polacos en el bosque de Katyn durante la Segunda Guerra Mundial.
Los nazis también mataron a por lo menos seis millones de judíos y gente de otros pueblos, entre ellos minusválidos, gitanos, negros y homosexuales.
Rees también dice: “La vergüenza de Stalingrado provocó un deterioro generalizado en la creencia de Hitler”. Por eso, poco después, empezó la caída del régimen del genocida alemán.
De todos modos, Estados Unidos fue responsable de una parte importante de la victoria contra los nazis, al lograr la rendición de Japón, un gran aliado de Berlín, el 2 de septiembre de 1945.
Para vencer a los nipones, Washington no dudó en lanzar dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto del mismo año, respectivamente, que causaron al principio la muerte de más de 240.000 personas (aunque con los años esta cifra se incrementó mucho más). El hecho sigue siendo repudiado en la actualidad. Las Naciones Unidas, por otra parte, condenan la utilización de armas nucleares.
“Usamos (las bombas) para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes”, señaló el presidente norteamericano, Harry S.Truman.
El ex primer ministro británico, Winston Churchill, dice en su libro “La Segunda Guerra Mundial” que siempre tuvo en alta estima al “valiente pueblo ruso”. No obstante, el político advierte que luego de la caída de Hitler, la sombra del Ejército Rojo “amenazaba con el desastre sobre el escenario de posguerra”.
De todos modos, en otro párrafo, el que fuera dos veces primer ministro británico, entre 1940-1945 y 1951 y 1955, afirmó que seguía “sin cuestionar en absoluto la conclusión, que la historia confirmará, de que la resistencia rusa quebró el poder de los ejércitos alemanes e infligió un daño mortal (…)” a las tropas germanas.