BUENOS AIRES (ANP).- “Cuando renuncie Máximo (Kirchner) a la presidencia del PJ Bonaerense, yo renuncio al PJ Nacional”, dicen que dijo Alberto Fernández cuando le sugirieron que dejé la titularidad el Partido Justicialista.

Fernández sabe que la presidencia del PJ es más bien un cargo simbólico. Primero se gana la interna, luego la Presidencia de la Nación, y posteriormente se toma el cargo formal de un partido que funciona como una suma de sectores, gobernadores, caciques del conurbano, sindicalistas, etc.

Simbólico o no, él sigue siendo presidente del PJ y tiene “chapa” para hablar desde su exilio en España, donde amenaza con escribir un libro sobre su presidencia, en el que más de uno puede quedar mal parado.

Pero el peronismo es un partido del poder, para el poder y por el poder, por eso, cuando no está en el Gobierno, le es incómodo funcionar de manera cohesionado, salvo para oponerse al gobierno de turno. Eso no imposibilita que tenga “fugas”, como el caso de los diputados tucumanos, o los siempre disponibles misioneros.

Mientras el sindicalismo trata de evitar el avance por decreto de las políticas de Javier Milei, al interior del peronismo ya comenzó la disputa por el liderazgo con miras al 2027.

Desde “los movimientos sociales”, Juan Grabois pidió una conducción colegiada que, sin explicitarlo, lo incorpore a él, quien sirvió como “colectora por izquierda” para la candidatura de Sergio Massa.

El peronismo debe “construir una alternativa” al proyecto que encarna Javier Miley, con “liderazgos un poco más colegiados y colectivos”, porque en el peronismo “no hay genios ni herederos” de la ex presidenta Cristina de Kirchner, afirmó el titular de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular.

Y fue un paso más allá al asegurar que “Ni(Ricardo) Quintela, ni yo, ni Axel (Kicillof), ni Máximo (Kirchner). Somos todos seres humanos de carne y hueso bastante limitados. Tenemos que bajar los niveles de vanidad que tenemos”, sostuvo Grabois en declaraciones a “El Destape Radio”.

En tanto, en el Día de los Enamorados, apareció Cristina Kirchner con un documento en el que presagiaba la tercera crisis de la deuda, un hecho bastante plausible si se tiene en cuenta que su gobierno, junto con Alberto Fernández, aumentó en 36% esos compromisos.

Esa deuda alcanzó a US$ 422.825 millones, según datos del propio ministerio de Economía, sin contar los US$ 16.000 millones pendientes por el juicio sobre la forma en que se estatizó YPF, las obligaciones del Banco Central, y la deuda comercial

Habrá que recordar que en los años de Feránez – Fernández, el Estado argentino reestructuró su deuda con los privados, y un nuevo acuerdo – incumplido – con el FMI, que implicó US$ 4.000 millones adicionales.

Como si fuera una comentarista política, Cristina de Kirchner, además, destacó la necesidad de “discutir seriamente un plan de actualización laboral”, la privatización acotada a empresas públicas, incentivos para la llegada de capitales, y hasta un plan de seguridad, todas temas de agenda de Milei que podía haber abordado ella en sus últimos cuatro años de gestión, pero vaya a saber uno porque “no se pudió”.

En medio de esta maraña, y ante el silencio de otros referentes, aparece la figura del gobernador cordobés Martín Llaryora, quien criticá con fundamentos las medidas de Milei.

“¿Cómo hace un pibe para pagar $ 1.000 el boleto de coletivo para ir al colegio? O ¿Si no hay obra pública, cómo van a transitar nuestros camiones las rutas todas rotas para sacar las exportaciones?”, dijo Llaryora para atacar el plan “motosierra”, entre otras críticas.

El mandatario hizo una recorrida por todos los canales de televisión y radios,porteños porque aprendió de sus dos antecesores, José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti, debido a que no alcanza con ser un buen gobernador para llegar a la Casa Rosada, porque “Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires”.

Por NP