Le hicieron abrir una cuenta corriente en el BCRA al banco que tenía que repartir la plata de los intereses y amortización de los bonistas (Bank of New York Mellon) . Le depositaban los dólares en su cuenta en el BCRA y así evitaban que la plata «viajara» a través de un tercer banco (el Citi) que podía ser embargado.
El fallecido juez Thomas Griesa no podía embargar porque el New York Bank Mellon ya tenía los dólares que no los mandaba el Tesoro argentino (juricamente el deudor emisor de la deuda) sino el BCRA (que juricamente no era deudor). Le habíamos vuelto a «encontrar la vuelta».
La historia luego fue conocida. Thomas Griesa no embargó al New York Bank Mellon, pero ordenó congelar los fondos hasta determinar si había alguna trampa. El entonces ministro Axel Kicillof tenía que seguir pagando como un pavote los bonos «performance», pero los bonistas no recibían su plata. «Es un limbo» se quejaba el ahora gobernador. No era default, pero en la práctica sí lo era y el país se quedó sin crédito, un problema que todavía estamos sufriendo.
Algunos abogados argentinos con matrícula en Estados Unidos me comentaron una vez que Lavagna-Nielsen tenían herramientas en la Ley de Quiebras de ese país para evitar los juicios de los fondos buitre. Esa ley tiene un capítulo especial para deudas soberanas, que usaron en sus reestructuraciones la ciudad de Detroit y la provincia de Mendoza (Bono Aconcagua) con anterioridad al 2005, con sumo éxito. Era conocido las objeciones de Lavagna al entonces gobernador Julio Cobos que había decidido resolver el problema de la deuda de su provincia sin seguir los pasos de la Nación. Mendoza y Detroit habían logrado evitar los juicios de los fondos buitre a pesar de no contar con las cláusulas de acción colectiva que existen hoy en todos los bonos soberanos. Pero le «buscamos la vuelta». La quisimos hacer a nuestra manera. Zafamos por algunos años y al tiempo tuvimos que pagar todo por los juicios perdidos.