BUENOS AIRES, ENE 28 (ANP).- Para bien o para mal, la llegada de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía allá por enero de 1991 marcó un cambio de rumbo radical en la Argentina, que nos deparó privatizaciones escandalosas, paquetes de medidas económicas casi a diario, y un invento llamado «Convertibilidad», que puso freno a la inflación tras décadas de crisis.

Más amado que odiado, Cavallo llegó a tener tanto o más poder que el propio Presidente de entonces, el riojano Carlos Saúl Menem. Los mercados se movían al son de sus declaraciones y cada rumor acerca de su posible renuncia ponía a temblar a todos, en especial al primer mandatario, que sabía que mientras tuviera a su superministro con la camiseta puesta, podía chapear con que su gobierno había logrado controlar la histórica depreciación del peso.

La situación antes de la llegada de Cavallo era caótica, como tantas veces sucedió en el país: el dólar estaba desbocado cotizando a 7.900 australes, el más reciente plan económico se había agotado, y al ministro en ejercicio, Antonio Erman González, ya no le restaba sino tirar la toalla. El 28 de enero de 1991 (hoy hace 30 años) éste presentó su renuncia, y pocas horas después se conoció que el puesto vacante había sido ofrecido a Cavallo, quien hasta ese momento se desempeñaba como canciller.

Menem, que nunca dejaba a un amigo del palo desamparado, hizo un simple enroque y lo resolvió enviando a González al Ministerio de Relaciones Exteriores mientras que Cavallo fue a Economía portando un plan económico nunca visto antes en el país, que para muchos terminaría, a la larga, siendo macabro.

Si hubiera existido Twitter en aquellos años, sin duda Cavallo hubiera sido el trending topic por excelencia todos los días. Los argentinos vivían pendientes de aquellos anuncios maratónicos que lo hacían cimbrar todo, y que muchas veces eran verdaderas cataratas de medidas. Sus conferencias a altas horas de la noche fueron célebres y también su desenfrenado ritmo de trabajo, porque sus jornadas empezaban muy temprano en la mañana y terminaban cerca de la medianoche. En el medio, los anuncios se sucedían sin parar.

Al llegar a su nuevo cargo, Cavallo se convirtió pronto en un personaje polémico, odiado por muchos, y muy pintoresco según la mirada de otros. Sus enfrentamientos semanales con los jubilados eran épicos. Gran número de ellos, con la ya fallecida activista previsional Norma Plá a la cabeza, solían esperarlo en las afueras del Congreso para insultarlo con garra y fue en uno de esos sórdidos encuentros que el superministro se echó a llorar, mientras los viejecitos lo vituperaban por sus “lágrimas de cocodrilo”.

Las imágenes de ese bizarro episodio recorrieron los medios y ya son un momento icónico de la historia argentina. También tuvo su lugar en el mítico Video Match de 1997, donde el controvertido funcionario se enfrentaba a «el insoportable», un metiche que interrumpía una entrevista supuestamente seria para hacer sus propias acotaciones desubicadas.

Cavallo también fue material para los humoristas, entre ellos el genial Tato Bores, que le dedicaría más de un programa especial a sus andanzas junto a Menem.

Otro cómico que lo supo inmortalizar en otro desopilante personaje fue Alfredo Casero, quien en su programa “Cha cha cha” se inspiró en el superministro para crear al enloquecido Gilberto Manhattan Ruiz, aquel neurasténico “ministro de Ahorro Postal” que tarareaba una olvidada canción patria y que constantemente amenazaba con el terrible “cachetazo económico” que estaba pergeñando.

La desaparecida Revista Humor se cansó de hacerlo blanco de sus chistes y de satirizarlo en geniales tapas donde aparecía como un ministro de enorme cabeza y ojos azules gigantes, enfrentándose con cualquiera que lo criticara pero siempre muy cerca de los “amigos” del Fondo Monetario.

Con todo, Cavallo rigió el destino económico del país hasta 1996, cuando su situación en el gobierno se hizo insostenible y renunció luego de denunciar causas de corrupción en el equipo de Menem, retirándose con cierto prestigo porque pese a las críticas y a sus muchos detractores, su plan de estabilización de la moneda había puesto fin a una inflación que alcanzaba el 2000% anual, llevándola a valores de no más de 2%. Su trabajo le valió el reconocimiento de publicaciones económicas como LatinFinance y Euromoney  y en los foros mundiales, las plateas para escuchar sus exposiciones se agotaban pronto aun cuando ya no era ministro.

Tras su alejamiento del menemismo, Cavallo pasó por una banca en Diputados y luego fue por un cargo mayor. Compitió en las elecciones presidenciales de 1999 y más tarde por la intendencia de CABA, siendo derrotado ambas veces.

Su prestigio académico y su mote de salvador frente a la inflación sufrieron un revés definitivo en 2001, con su retorno al Ministerio de Economía, convocado de emergencia por el presidente Fernando De la Rúa.

Una serie de medidas que alteraron a los mercados se sumaron a los rumores de corridas bancarias, al alto endeudamiento y al abultado déficit fiscal que ya estaban instalados. Cavallo respondió con un duro ajuste que -entre otras lindezas- incluyó nuevos impuestos y un escandaloso recorte de 13% en los ingresos de estatales y de jubilados. De ahí a la aceleración de la salida de depósitos y al tristemente célebre “corralito” que dejó atrapados los ahorros de los argentinos, hubo apenas semanas.

Al igual que lo hicieron todos los miembros del gabinete, el 19 de diciembre de ese año finalmente Cavallo puso su renuncia a disposición de De la Rúa, horas antes del estallido de la crisis que terminó con la salida anticipada del Presidente. Cavallo dejó el Ministerio horas antes de que comenzaran los disturbios, dejando atrás su fama del salvador que un día había combatido exitosamente a la inflación.

Por NP