Buenos Aires, sep 10 (ANP) .- El sueco Ronnie Peterson , uno de los pilotos más dúctiles y sagaces que deambuló por la Fórmula 1 en la década del 70, murió el 11 de septiembre de 1978, producto de una tremenda carambola a muchas bandas que involucró a 14 pilotos, entre ellos al argentino Carlos Reutemann.
El múltiple y trágico accidente –nunca más hubo otro con tantos vehículos convertidos en chatarra y bolas de fuego-, evidenció la fragilidad delantera del Lotus 76 que conducía, la ineptitud de los servicios socorristas (la ambulancia tardó 18 minutos en llegar al lugar de rescate) y la desfachatada actitud del dueño del equipo Colin Chapman. Permaneció sentado en el guardarrail repartiendo su tiempo entre dialogando con quien se cruzaba por su box y apurando a los comisarios deportivos para que reanudaran la prueba. En ningún momento se interesó por la suerte de su piloto.
Al arribar al hospital Nigarda de Milán consciente, con entendibles gestos de dolor y con las botitas negras de correr aún calzadas, se comprobó que el “bueno de Ronnie” como se lo conocía, tenía 17 quebraduras en una pierna y tres en la otra.
Pasada la medianoche de ese domingo, se nos fue el oriundo de Orebro; víctima de una embolia grasa, producto de la rotura en varios segmentos de huesos largos y desprendimientos plaquetarios que le invadieron el cerebro.
Las limitaciones técnicas de las transmisiones televisivas de aquellos años carecían de la tecnología y despliegue geográfico que vemos en los circuitos de la actualidad. Existen algunas filmaciones de aficionados muy precarias, que no aportaron la nitidez necesaria para analizar las causas del accidente. Tampoco hubo interés de los responsables deportivos y jurídicos por investigar las reales causas del múltiple impacto. Ningún piloto involucrado fue siquiera citado a declarar ante los comisarios deportivos. Los restos amorfos del Lotus, no “aportaron” indicios técnicos para saber qué ocurrió.
Lo único verificable fue que el McLaren conducido por James Hunt le pegó un topetazo de atrás a Peterson. En su descontrolado derrotero le dio un “ruedazo” a la Ferrari de Carlos Reutemann y luego, la trompa del auto terminó incrustada en las barandas de acero, con sus piernas totalmente destrozadas. De la inmediata explosión e incendio fue socorrido por algunos colegas, mientras el caos se adueñó de las acciones rescatistas.
Lo cierto es que además de los nombrados Hunt, Peterson y el piloto argentino, se vieron involucrados, entre otros, los británicos Derck Daly, Brett Lunger, los italianos Riccardo Patrese, Vittorio Brambilla, Clay Regazaoni, el sueco Joachim Sutck y los franceses Patrick Depailler y Didier Pironi.
Periodistas argentinos que fueron testigos de aquel día aciago para la F1, recuerdan que Reutemann al llegar a boxes caminando le confió a uno de ellos: “Me salvé cagando”, mientras contemplaba la extensa marca negra que quedó como testimonio en el lado derecho a la altura del habitáculo.
Una tragedia más en el equipo de Chapman
El Gran Premio de Italia no había empezado bien para Peterson. Dos años antes había ganado, demostrando que él funcionaba mejor que el limitado March.
Era el segundo piloto del equipo Lotus. Su dueño, Chapman quería que el campeonato lo ganara Mario Andretti. El sueco se tenía confianza que en las tres últimas pruebas, incluida Italia, podía arrebatárselo al ítaloamericano, ya que los separaba 11 puntos y había 27 en juego.
La tirante relación entre piloto y dueño del equipo se acrecentó cuando el británico se enteró que Peterson había firmado contrato con McLaren para la temporada 1979. En la prueba clasificatoria, el motor del Lotus 79 explotó. Chapman antes que reemplazarlo, le tiró un Lotus 76, chasis que no corría desde hacía más de un año, pues en reiteras presentaciones evidenció problemas constructivos.
Era lo que se dice un auto muletto, pero impresentable. En la vuelta previa de ese domingo corroboró que hasta tenía problemas de embrague Peterson largó desde la tercera línea. Andretti, desde la posición de privilegio respiraba tranquilo. Ni por los espejos lo veía . Al largar fue superado por gran parte de los pilotos que metros más adelante, protagonizaron la trágica carambola.
A 42 años de la desaparición de Peterson, continúa la incertidumbre sobre la causa del accidente. Su esposa Barbro nunca asimiló el destrato del diseñador británico ni de los dueños de la F1. Producto de una depresión, 9 años después se suicidó.
En la larga lista de pilotos muertos en accidentes de carrera sobresalen Jim Clark , Jochen Rindt, Ricardo Rodríguez y Alan Stacey con dos coincidencias: todos conducían vehículos diseñados por Colin Chapman y nunca se conocieron oficialmente las causas técnicas que los provocaron.
Otra coincidencia: En la ciudad de Orebro se erigió una estatua del rubio piloto sueco, obra de Richard Brixel, el mismo artista que hizo la de Ayrton Senna en San Pablo quien también murió en Monza durante el GP de Italia en 1994.