Buenos Aires, may 10 (SinSubTítulos – ANP) -.-«Casi Feliz», la nueve serie argentina de Netflix, y una de las preferidas de la audiencia, es una comedia en donde Sebastián Wainraich narra su autobiografía y se regodea de tener muchos amigos en el medio.
Muy a lo Woody Allen, esta historia autorreferencial muestra la neurosis y angustia de un hombre de mediana edad. Aunque quienes conocen a Wainraich, saben que esto no es más que retazos de su propia vida y los personajes creados por él mismo para sus shows de stand-up. La serie, de 10 episodios, es producida por HC Films y Tiger House, creada por Hernán Guerschuny, quien dirige, y Wainraich, quien la escribió. Se suma a otras producciones argentinas en la plataforma como Go! Vive a tu manera, Apache: la vida de Carlos Tevez, No hay tiempo para la vergüenza, Puerta 7 y Fangio: el hombre que domaba las máquinas.
La propuesta es buena: la comedia adulta tipo sitcom, compacta, con capítulos autoconclusivos de 30 minutos, está bien hecha y funciona, por algo la quiso Netflix ¿no? Acá el tema, o la situación “ruidosa”, es justamente lo planteado anteriormente: para quienes lo conocen de la radio y sus espectáculos, esta serie se parece a “La granja de Orson” (de Garfield con todos sus amigos en el campo), ya que Seba se encarga de darle lugar a cada amigo/a y colegas con ganas de aparecer en la plataforma de la N roja. Con esto, no digo que sea mal producto (grandes como Woody Allen o Larry David lo han hecho también), sino que es lo primero de lo que nos percatamos al mirar la serie.
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Casi feliz es una comedia que vincula al protagonista de ficción con el personaje de la vida real, aquí es Sebastián Wainraich haciendo de Sebastián. Es conductor de radio, standupero, hincha de Atlanta, judío culposo.
. En la serie. En la vida. Lo bueno es que, además de resaltar su ego, en cada episodio toca tópicos interesantes sobre la vida adulta, intentando alcanzar la completa felicidad.
Él conduce un programa de radio; está separado de Pilar (Natalie Pérez) y tiene 2 hijos mellizos. Desde el comienzo, se lo ve aun enamorado de su ex, pero sin desperdiciar cualquier oportunidad de conocer nuevas mujeres. Es un tipo tranquilo, disfruta de ver el partido del club de sus amores, de mirar una serie y quedarse dormido. Pilar es la inquieta, está buscando nuevas aventuras en todo sentido, y esto plantea el desequilibrio fuerte entre ambos, que se quieren mucho, pero algo les falta.
El trabajo, la fama, las frustraciones, el sexo y los infortunios amorosos, la relación con hijos preadolescentes, unos padres que se están re-conociendo en la tercera edad, un hermano ausente, la terapia. Todo esto hace a la vida de Seba, aquel cuarentón que hace reír riéndose de sí mismo. El protagonista puede ser cualquiera de nosotros, con los conflictos cotidianos y las dudas existenciales.
El desequilibrio actoral se nota. Sebastián es Sebastián, así que nada puede salir mal. Pero cuando se coloca al lado de grandes, como Gustavo Garzón (el terapeuta), Julieta Díaz (la médica), Carla Peterson (la directora), aunque sólo sean unos pocos minutos, esa inestabilidad se ve. Incluso con la aparición de Adrián Suar, que convengamos no es un gran actor, pero ya su humor y personalidad denotan cierta cadencia que en general falta.
Natalie Pérez está muy bien, con esa frescura que la caracteriza y la mirada triste de una mujer que se pregunta adónde puede llegar ahora que se liberó de su matrimonio y tiene rienda suelta. Las muchísimas participaciones de personalidades del espectáculo le dan más energía y altura a la serie, aunque de a ratos parece difícil meterse en la historia, ya que se está esperando la nueva aparición y se especula con ello.
La dirección de Hernán Guerschuny, con quien Wainraich ya había trabajado en Una noche de amor (2016) es raro, no queda bien encasillado qué es lo que deseaba hacer el director. Mucha música como para ser una sitcom, mucho plano interior cerrado bien de comedia de televisión. Quedan algunos planos en exteriores bien prolijos y eso da para película. Se nota el trabajo de todo el equipo por hacer un producto de calidad y eso, junto a las apariciones de grandes actores, le da la frescura necesaria para divertir y emocionar.
El concepto de alter ego queda completamente expuesto en un sin sentido del deseo que todo Metro y Medio aparezca en pantalla. Y eso no es suficiente. Tampoco lo es llevar a una ficción todo lo que dice un standupero en un espectáculo. Pareciera un copy y paste de los mejores momentos de Wainraich que se hizo serie de Netflix.
Con todo, la mayor parte del tiempo hace reir y de a ratos emociona mucho, sobre todo en los momentos familiares. Se apoya fuertemente en el carisma del protagonista y su poder de la palabra y a Seba se lo quiere desde el primer episodio; uno quiere que le vaya bien en la vida. Ofrece la oportunidad de analizar, siempre desde el humor, temas como la muerte, el bullying, la separación, las frustraciones laborales. Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Nostalgia, nostalgia, y más nostalgia en esta pequeña gran serie.