Los subsidios a la energía totalizaron en el primer semestre del año $ 764.483 millones y se perfilan para terminar 2022 arriba del billón y medio de pesos, al compás del incremento de la importación de combustibles y una inflación que apunta a duplicar los aumentos de las tarifas para la mayor parte de la población.

Todo esto hace prever un 2023 en el que los subsidios energéticos superarán holgadamente los dos billones de pesos o quizás tres billones, según el precio internacional de los hidrocarburos y la evolución de la inflación local.

Las cifras pueden impresionar a la mayoría de los argentinos, pero ya están dadas por descontadas por los especialistas del sector y los que se toman el trabajo de seguir día tras día el deterioro de las cuentas públicas. Entre ellos, en primera fila deberían estar todos los funcionarios de la Secretaría de Energía y más que ninguno las autoridades de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA), por lejos la empresa que viene recibiendo el mayor volumen de subsidios desde hace más de quince años.

Es por eso que el anuncio de un recorte de subsidios de “más de 80.000 millones de pesos” para el año que viene que formuló el viernes el secretario de Energía, Darío Martínez, no tiene el menor efecto práctico en el plano fiscal y solamente se destinó a impactar a los desinformados. Por supuesto, al tipo de cambio oficial se trata de menos de 600 millones de dólares y al paralelo unos 275 millones (0,07% del PBI), pero qué mejor que un número de once cifras para impresionar.

Otra paradoja de la conferencia de prensa en la que se anunció una segmentación inexplicablemente demorada (si nos remitimos a la “sintonía fina”, se viene hablando del tema hace once años) es que Martínez estuvo secundado por un representante de la empresa más subsidiada de la Argentina.

De los $764.483 millones de subsidios a todo el sector energético sólo en el primer semestre, el 68,2% fueron dirigidos a CAMMESA. Y no se trata de una excepción, todos los años lidera la “tabla de posiciones” y el recorte anunciado para el año que viene es tan insignificante (cerca del 5% de los subsidios anuales a la compañía) que ese liderazgo no corre el menor riesgo.

En síntesis, el anuncio del “recorte” no aporta ninguna solución a unos subsidios que en su totalidad son equivalentes a todo el déficit primario y precisamente esa insignificancia puede ser el anticipo de alguna de estas dos opciones: un nuevo ajuste de tarifas, segmentado o no, o un mayor deterioro del resultado fiscal que derive en un estallido inflacionario que hará recordar al presente como una meta deseable.

Por NP