Buenos Aires, jun 19 (ANP).- Esta es la historia de cómo un torpe muñeco y un set abrumado por los contratiempos terminaron dando a luz un éxito de taquilla que marcó un antes y un después en el cine de acción, pero que también dejó una saga de impresentables sucesores que conforman el bizarro subgénero de los tiburones sobrenaturales. Entre ellos, el título «Sharkenstein» (sí, la unión de «shark» y Frankenstein), y está todo dicho.
Estamos hablando de “Tiburón”, una de las mejores películas de Steven Spielberg, estrenada en Estados Unidos el 20 de junio de 1975, basada en la novela homónima de Peter Benchley.
Spielberg -quizás el hombre que mejor entiende el concepto de cine de entretenimiento- partió de un libro algo monótono pero bastante asfixiante, donde el mega escualo es apenas una sombra, una amenaza que sirve para poner en contexto a una serie de personajes apesadumbrados y a sus miserias.
Probablemente la película hubiera sido una más si no se hubiera dado uno de los dos milagros que envuelve a esta cinta. El primer golpe de suerte sin duda fue haber caído en manos de Spielberg, que decidió apartarse del drama intimista de los protagonistas para colocar al tiburón en el centro del show.
Además, Spielberg se peleó con cuanto productor se le cruzó para defender su idea de que esta película debía filmarse en mar abierto o simplemente no filmarse. Lagunas, piletas, piletones y decorados eran inadmisibles. Claro que la filmación tuvo muchos contratiempos, incluyendo al precario muñecote de tiburón, que daba más risa que miedo. Muy pronto la producción intimó al cineasta a finalizar la película, que llevaba varios millones más de lo presupuestado.
Aunque a los tropezones, el rodaje terminó y allí entró en escena Verna Fields, el segundo gran golpe de suerte. Editora de cine y sonido destacada, Fields encontró que el tiburón de utilería era lamentable y decidió eliminar la mayoría de las tomas quedándose sólo con las mejores -que no eran muchas- convirtiendo así a un monstruo explícito en un asesino casi fantasmal, que acechaba sin que el espectador lo viera, aunque una música angustiante indicara su temible presencia.
Ese fue el toque que necesitó la película para coronar a las excelentes actuaciones y al sólido guión, que aportó varias escenas memorables. Dos de ellas: la bofetada que la señora Kinter (Lee Fierro, fallecida hace poco a los 91 años por COVID-19) le propina al protagonista, el legendario Roy Scheider, y la imperdible charla masculina entre Scheider, Richard Dreyfuss y Robert Shaw a pocos minutos de enfrentar la muerte. Y el monólogo de Shaw en ese punto, casi tan aterrador como los dientes del propio monstruo.
Tiburón resultó un éxito arrollador y además dio que hablar largo y tendido porque aquel año se evidenció una caída sustancial de los veraneantes amantes de las playas. Hoteles y restaurantes de ciudades balnearias de todo el mundo sufrieron una merma considerable en sus reservas porque la gente sencillamente había quedado traumada, con pánico de entrar en el mar.
Perdónalos, Spielberg, porque no saben lo que hacen
Tiburón tuvo tres secuelas que nos fueron contando la suerte corrida por el Jefe Brody (Scheider), su esposa (Lorraine Gary) y sus dos hijos, interpretados por distintos actores a medida que la ficción iba avanzando en el tiempo. Ninguna tuvo la calidad de la primera ni remotamente, y todos los críticos coincidieron en que cada estreno bajaba varios peldaños. Lo que entonces no sabían es que lo peor estaba por venir.
Lo cierto es que Tiburón abrió el camino a un grupete de cineastas que perpetraron distintos filmes basados en este gran monstruo de los mares: al “Tiburón de dos cabezas” le sobrevinieron el de tres, cuatro, cinco y seis (lo más chistoso es que una de las cabezas siempre ocupaba el lugar de la cola), y después ya no hubo vergüenza ni límites. “Tiburón Zombie”; “Tiburón fantasma” (sí, el espíritu de un tiburón asesinado que vuelve a vengarse y aparece adonde haya un poco de agua, sea el mar, una bañera, un balde o un pobre vasito); “Tiburón nuclear”; “El tiburón poseído”; y hasta el “Tiburón de arena”, un escualo que andaba tranquilamente por la playa matando a la gente que tomaba sol en sus reposeras. Tampoco hay que olvidar al “Tiburón Pulpo” que, como su nombre indica, tenía cabeza de escualo y muchas brazos en lugar de cola.
Para los amantes de estos engendros, que no dejan de tener su costado atrapante, recomendamos a un youtuber que sabe muchísimo de cine y TV, que se tomó el trabajo de resumir en una serie de videos lo mejor de cada uno de estos espectaculares bodrios. Estos se pueden disfrutar en cualquier momento (de los muchos que tenemos en esta interminable cuarentena), como para celebrar el aniversario de esta impactante joya de Steven Spielberg.