BUENOS AIRES, JUN 2 (ANP).- Pocos hay en este mundo que pueden decir que han protagonizado dos casos policiales resonados, y que pudieron salir de la cárcel para contarlo. Es el caso de los hermanos Sergio y Pablo Schoklender, que un día como hoy, pero de 2011, volvieron a copar las tapas de todos los diarios, esta vez acusados del desvío de fondos públicos, justo cuando hacía pocos días que se habían cumplido 30 años del parricidio que los tuvo como victimarios.

El relato de cómo y por qué ambos llegaron a asesinar con saña a sus progenitores en la madrugada del 30 de mayo de 1981, integra la antología del crimen de Argentina. Los dos jóvenes de clase media acomodada -el insondable Sergio y su frágil hermano menor, Pablo- sacudieron a la sociedad cuando salieron a la luz los detalles de los abusos que habían sufrido por parte de la madre, y de la salvaje venganza que se cobraron. Todo fue crudamente recreado  en la película Pasajeros de una pesadilla, que dirigió Fernando Ayala en 1984.

Los años pasaron y fueron tortuosos para los dos, como no podía ser de otro modo. Después de una absurda huida a tontas y locas, fueron apresados y el mayor se hizo cargo del crimen para que así el menor quedara libre, aunque la coartada no duró tanto. Pablo entró y salió de la cárcel, se fugó del país cuando tuvo oportunidad, se casó, y fue otra vez capturado tras algunos años de calma.

Mientras tanto, Sergio permaneció en el penal preparándose, estudiando abogacía y psicología, ordenando la biblioteca, y -sin duda- endureciendo su ya indomable carácter. Se dice que con solo 24 años hizo que trasladaran a su hermano menor del penal en el que estaba para que tenerlo cerca y poder protegerlo, y que tanto los presos como los guardias preferían no meterse con él. Para 1995, cuando empezó con sus salidas transitorias, estaba más que listo.

Sueños no compartidos

Sergio Schoklender conoció a la verborrágica Hebe de Bonafini cuando él todavía estaba cumpliendo condena a cadena perpetua. ¿Qué llevó a la emblemática representante de las Madres de Plaza de Mayo a confiar en un hombre perseguido por semejantes demonios? Probablemente nadie lo entenderá nunca. Lo cierto es que Sergio aprovechó sus salidas transitorias para trabajar en la Fundación, hasta que se convirtió en apoderado y hombre de confianza de Hebe.

Allí nació su proyecto Misión Sueños Compartidos, un plan para construir viviendas sociales con fondos que el Estado nacional otorgaba a la Fundación. Un objetivo bien altruista que, sin embargo, estaba lejos de ser colectivo porque había sido diseñado desde el comienzo para el beneficio de unos pocos.

No se sabe muy bien cómo ni cuándo se terminó el amor filial que había unido a Hebe y Sergio. Se sabe que el 8 de mayo de 2011, él renunció como apoderado de la Fundación y fue reemplazado por Pablo, su inseparable compañero de andanzas. Pero antes de que terminara el mes, Pablo también se iría ante la certeza de que el escándalo estaba próximo a estallar. Pronto todos sabrían que, una vez más, los Schoklender hacían de las suyas, esta vez liderando una organización que desviaba dinero público a través de la empresa Meldorek S.A., en la que Sergio era socio mayoritario.

Hacía un año que la Coalición Cívica había presentado una denuncia al respecto, pero recién el 2 de junio de 2011 el gobierno decidió soltar la mano al polémico abogado, ante las evidencias abrumadoras de que había hecho pagos millonarios a su empresa con dinero de la Fundación.

Al día siguiente, las cuentas y bienes de Sergio fueron embargados y la Justicia le prohibió salir del país. Y de ahí en más, una noticia bomba detrás de otras: se descubría que poseía una importante fortuna, que incluía una Ferrari, un Porsche y un yate; que el Banco Central había borrado datos para protegerlo; que la Fundación le había girado $ 765 millones; que la propia Estela De Carlotto ponía en duda la inocencia de Bonafini; que hubo sobreprecios en las viviendas construidas; y así sin dar tregua durante meses.

De inmediato, el hoy desaparecido Ministerio de Planificación, responsable de entregar los fondos a la Fundación, trató de desligarse del tema, y las Madres fueron aceptada por el juez como querellantes, aunque no se admitió a Bonafini individualmente, ya que eran muchas las dudas que había sobre su real participación. También se vieron envueltas en el escándalo Alejandra, hija de Bonafini; Viviana Sala, exesposa de Schoklender; además de varios financistas.

El caso de Sueños Compartidos, el segundo gran escándalo nacional que envolvió a los Schoklender, siguió su derrotero lentamente, como todas las investigaciones de corrupción en Argentina. Siete años más tarde, los hermanos fueron procesados por desvío de fondos junto con Bonafini, el exministro de Planificación Federal Julio De Vido, el exsecretario de Obras Públicas, José López (el mismo que revoleó los bolsos de dólares por el paredón de un pintoresco convento del conurbano), y una docena de personajes de toda clase.

Sin conclusión

Milagrosamente, el plan Misión Sueños Compartidos sobrevive, aunque tratando de mantener bajo perfil para que nadie recuerde el entramado de corrupción que le dio vida. Hoy es administrado por los gobiernos provinciales mientras que en Buenos Aires lo manejan empresas privadas y cooperativas de trabajo.

La causa fue elevada a juicio oral en diciembre pasado y gracias a la pandemia todavía sigue a la espera de una fecha de inicio. Hebe de Bonafini será una de las que deba comparecer, aunque no mencionó más el tema y sigue abocada a combatir a la oposición. De Sergio Schoklender se sabe que vive en Santa Fe y que trabaja como maestro mayor de obras. Pablo está en Paraguay, viviendo bajo otro apellido, aunque no eligió cualquiera: se decidió por Silva, el apellido de su mamá, aquella que lo llevó junto con Sergio a la tragedia. Todos volverán a verse, barbijo en mano, cuando la Justicia se decida.

Por NP