Buenos Aires, nov 16 (ANP) .-La Selección Argentina enfrentará mañana a Perú por la cuarta fecha de las Eliminatorias Sudamericanas rumbo a Qatar 2022 y de acuerdo a los resultados, si sufre una derrota, puede terminar el año en una zona muy incómoda de la tabla de posiciones: al borde del repechaje.

Es verdad que son los albores de la competición, pero esperar su reanudación en un lugar que generará una fuerte presión sobre este grupo de jugadores no es el escenario ideal. Porque además de los puntos, el principal problema es que el equipo no encuentra el juego. O en rigor a la verdad, el juego que exhibe no parece conducirlo a ningún lado.

Hasta ahora el equipo de Leonel Scaloni se repite en todas y cada una de sus actuaciones. Es un equipo inofensivo, previsible, y por eso, muy fácil de neutralizar por sus rivales.

El mandamiento de “la posesión” como herramienta es una “engaña pichanga” que da la sensación de un equipo “dominador” cuando en realidad es todo lo contrario: es el adversario el que “domina” el juego porque mantiene a Lionel Messi y a sus 10 compañeros lejos de las zonas de peligro.

Argentina no encuentra la aceleración necesaria en los últimos 30 metros de la cancha para quebrar a sus rivales. Es un equipo que se desvanece cuando se acerca al rigor de las defensas y no da la sensación de poder afrontar un intercambio con equidad frente a equipos con mayor fortaleza física en mitad de cancha.

Por eso la preocupación es ¿qué se está construyendo? ¿Un equipo que tenga la pelota y se transforme en fácil presa de sus rivales? Junto a Scaloni hay tipos como Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala, a quienes nadie quiere que les vaya mal. Transmiten calidad de personas y excelencia profesional. Pero alguien debe decirle al DT principal que este no parece ser el camino.

Urge encontrar intérpretes para romper con la monotonía y la previsibilidad en el manejo de la pelota. Laterales que le otorguen a Messi -y al equipo- la descarga por afuera que le libere espacios internos al diez, tal como sucede en Barcelona. Jugadores con presencia en la mitad de la cancha que además de “posar” pase lateral haciendo gala de inocua precisión recuperen el balón con enjundia y de inmediato pongan al equipo en faz ofensiva.

El equipo debe sacarse de la cabeza la idea de “tenerla, moverla, hasta que se abra el espacio para Messi”. Eso no pasa, no pasó, ni pasará. Tal vez se encuentre algún equipo en baja que permita ese lucimiento, pero a la hora del Mundial otra será la historia.

Faltan exactamente dos años para Qatar 2022, período en el que tal vez este grupo jóven adquiera el rodaje y la maduración que necesita para llegar a la competencia en el pico de su rendimiento; aunque en contrapartida Messi acusará 24 abriles más con todo lo que ello implica en materia de desgaste natural. ¿Podrán ambas curvas cruzarse en el punto óptimo?… Ojalá así sea.

Por ahora, es imperioso ganar en tranquilidad y que la noche del martes no de inicio a una larga pesadilla.

Por NP