Buenos Aires, oct 23 (ANP).- Pasaron casi 35 años, pero el desastre del transbordador Challenger sigue fascinando al mundo no sólo por el estatus de épica que quiso darle el gobierno de Ronald Reagan al convocar al primer civil para ir al espacio -la maestra Christa McAuliffe– sino también por la sospecha de negligencia que enlodó a la misión, dejando una mancha indeleble en la historia de la NASA.

Desde entonces cientos de documentales y programas especiales fueron arrojando luz sobre la responsabilidad de las autoridades de la agencia espacial de EE.UU., al parecer más ocupadas en cumplir el cronograma de lanzamientos que en evaluar los reportes que alertaban del peligro que significaba para el despegue las bajas temperaturas que registraba el estado de Florida en aquellos días de enero de 1986. Con tanto dicho sobre el tema, cualquier programa de TV que se hiciera sobre la tragedia en 2020 parecía estar destinado a ser un documental más.

Sin embargo, “Challenger: El vuelo final”, estrenado hace algunos días por Netflix, pasó con éxito la prueba y cumplió con creces las expectativas de brindar otra mirada de la catástrofe.

La producción, realizada por Steven Leckart y Daniel Junge, logró bajar a un lenguaje accesible y ágil el detalle de las fallas técnicas que sellaron la suerte del transbordador. A lo largo de cuatro episodios, el documental de Netflix entrecruza la cronología de las decisiones deshumanizadas que desencadenaron el accidente con el relato de las esperanzas y proyectos de los siete tripulantes que finalmente perderían la vida.

Es que para desgracia de la NASA, el ambicioso marketing con el que rodearon a la misión a principios de los ’80 para avivar el interés del público y evitar un recorte del presupuesto, terminó siendo un bumeran. Seguramente ningún otro transbordador cuenta con un registro audiovisual tan exhaustivo y pormenorizado como el del Challenger, que mostró a la gente cada aspecto de la que iba a ser una gran aventura espacial. Hay cientos de entrevistas y filmaciones de momentos de camaradería entre los astronautas, del duro entrenamiento que recibió la maestra McAuliffe -siempre exultante por haber sido seleccionada entre 11.000 candidatos-, del último almuerzo que compartieron en tierra (del que incluso participaron las familias) y, sobre todo, la filmación del estallido ocurrido 73 segundos después del lanzamiento, que dejó en silencio y sin capacidad de reacción a millones de espectadores que seguían la transmisión en vivo.

¿Cuál es el aporte de este documental que lo hace distinto de tantos otros que se hicieron sobre el Challenger? Sin duda el primer lugar es para una dirección y producción de alta calidad, perfeccionadas por la música de Jeff Beal (House of Cards, Rome) y la brillante edición. Pero también hay otro factor en este trabajo que jugó a favor, y es la perspectiva única que da el paso del tiempo.

Más de tres décadas después de aquel 28 de enero el relato que hacen hoy esposas, padres e hijos de los astronautas fallecidos conmueven desde un lugar distinto del que lo hicieron en 1986 -sin la rabia de las heridas en carne viva-, pero no por eso más fácil o menos doloroso. Algo de lo que Netflix supo sacar partido para presentar un documental dotado de un fuerte componente emotivo.

La verdad es que hay pocas lágrimas en estos testigos mientras rememoran los hechos para los realizadores del documental -porque el tiempo lo apacigua todo- pero tampoco hacen falta, tanta es la tristeza que todavía subyace en la voz y la mirada de estas personas cuyas familias quedaron incompletas ante la urgencia por acelerar los resultados del programa espacial.

Sólo gracias al paso del tiempo es que casi 35 años más tarde es posible escuchar a ex funcionarios y empleados de la NASA y de la contratista Morton Thiokol contando su verdad y aceptando por fin la culpa que les cabe por la decisión tomada aquella mañana demasiado fría para que el lanzamiento fuera seguro. Una decisión que, ya ancianos y libres de las presiones que pesaron entonces, hoy por fin son libres de llorar frente a una cámara.