Buenos Aires, mar 21 (ANP)- Los impactos de la pandemia del coronavirus en la economía argentina son múltiples y provenientes de diferentes ámbitos.
Si en un principio, en un febrero que ya parece lejano, se especulaba con las consecuencias en el comercio bilateral con China, hoy los efectos exceden la relación directa con el gigante asiático y cada día incorporan un nuevo capítulo.
El último de una serie que cada día suma más episodios se originó en Brasil, el primer socio comercial de la Argentina. Un lugar común entre los especialistas en la relación con el principal socio del Mercosur es el denominado “4 a 1”.
En resumidas cuentas, consiste en vincular la evolución del Producto Bruto Interno brasileño con el argentino en una ecuación que aproximadamente establece que por cada 4 puntos de crecimiento o caída del país vecino, la economía nacional evolucionaría al 25% de esa variación. Por ejemplo, un crecimiento (caída) del 2% de la economía brasileña representaría un aporte de incremento (baja) de 0,5 punto porcentual en el PBI argentino.
Es por eso que desde fines del año pasado estaba abierta una ventana de esperanza porque se daba por sentado que el PBI de Brasil iba a despegar en 2020, luego de tres años de preocupante estancamiento. Hasta mediados de febrero, la administración de Jair Bolsonaro mantenía una perspectiva de crecimiento del 2,4% para todo el año, a pesar de que ya entonces sobraban evidencias de un problema que daba de lleno en la economía de su país.
Por entonces, Brasil no contaba con afectados por el COVID-19 pero la situación de China era noticia destacada en medios de todo el mundo. Y con ella, se trazaban toda clase de pronósticos acerca del impacto en la economía. Brasil es el principal exportador de soja y derivados del planeta y su destinatario privilegiado es, precisamente, China, su primer socio comercial global. Dato más que suficiente para pensar en alguna revisión del crecimiento.
Esa corrección llegó el 11 de marzo, cuando tímidamente el Ministerio de Economía, a cargo de Paulo Guedes, modificó el 2,4% y lo llevó al 2,1%. Para los analistas del mercado, las expectativas oficiales pecaban de optimismo, al punto que los economistas consultados por el Banco Central (allá también hay REM…) coincidieron en un promedio de 1,68%.
Pero la evolución de la pandemia obligó a una nueva reformulación. El viernes 20 de marzo, el secretario de Política Económica, Adolfo Sachsida, comunicó una corrección abrupta que desentonó con las módicas 3 décimas de punto de nueve días antes: ahora, para el Gobierno brasileño la proyección de crecimiento para 2020 es de sólo 0,02%.
Si se toma como válida la mencionada relación de 4 a 1, eso implicaría un recorte de 0,6 punto porcentual en un PBI argentino que desde antes de esa corrección se sabía que iba a cerrar en 2020 el tercer año consecutivo de retracción.
Sin embargo, el final de esta historia está lejos de escribirse, ni siquiera de imaginarse. Nadie podrá sorprenderse sin dentro de pocos días las autoridades brasileñas admiten que el año cerrará con una baja en el producto. La evolución de la pandemia es una incógnita y la actitud de las autoridades políticas de cada país no es uniforme, lo que constituye un peligro de propagación aún en las poblaciones más protegidas.
En condiciones normales, arriesgar un número de crecimiento o caída del PBI es una tarea en la que los errores superan ampliamente a los aciertos. De más está decir que en el contexto actual no hay economista que pueda mensurar el impacto del coronavirus en la actividad. Y que medio mes de parálisis casi total no es gratuito.