Buenos Aires (ANP. Por Carlos Lamiral) – Tal como lo dice el título de esta nota, el problema de la Unión Cívica Radical (UCR) no son los cinco diputados que se han dado vuelta en la última votación en la Cámara de Diputados para rechazar el veto del gobierno al proyecto de ley de fórmula de ajuste previsional, que precisamente, el bloque de la UCR había impulsado, logrando enhebrar a toda la oposición detrás de si.

Pueden haber explicaciones de tipo macro, y miserias pequeñas de algunos pero este no es el problema. La crisis del radicalismo se basa en la falta de un liderazgo aglutinante, que a su vez, no está siendo suplida por un manejo inteligente de los dirigentes que están hoy. Básicamente, se puede afirmar que el radicalismo es partido todo de dirigente de segundas líneas, que se miran el ombligo.

Mario Barletta, el ex presidente del Comité Nacional, comentaba en una entrevista radial reciente que el la UCR «nadie se habla». Es un partido en el cual pareciera que cada quien tiene una opinión sobre lo que es y lo que fue en la historia y pretende que todos obren en función de ello. Incluso, en algunos casos hay un alarmante desconocimiento sobre la historia del mismo.

Sería imposible hacer comprender a un «alfosinista» que la visión de partido que tenía el ex presidente chascomunense se ajustaba mas a la mirada del mas olvidado de los radicales, Marcelo T de Alvear.

La pérdida de liderazgo es entonces acompañada por otro grave error fundamental y la desorientación sobre cuál es la base electoral que le queda al radicalismo y hacian dónde tienen que ir a buscar los votos. Desde que irrumpió el peronismo, la UCR aglutinó a todo el resto del arco de pensamiento que no era nacionalista. En ese resto había de todo, desde liberales a socialistas.  Los nacionalistas radicales (los que se veían como yrigoyenistas) se fueron al justicialismo. No había razón de ser para el viejo partido que estar donde no está el PJ.

Hay que recordar que la interpretación «socialista» de la UCR es más reciente, de los años 70′ y de Raúl Alfonsín. En los años 80′ y 90′ era mas sencillo para los «progresistas» del radicalismo. Enfrentaban con tranquilidad a la «derecha» a los sectores que habían apoyado el golpe de 1976 y a Carlos Menem. Pero luego del fracaso total de la Alianza, los sectores de la «centroizquierda radical» no terminaron de aceptar que el espacio ideológico fue copado por el peronismo/kirchnerismo. La primera que se dio cuenta de esa fue Elisa Carrió, quien de su paso por la centro izquierda ,con poncho, mate y cruz,  a ser la señora liberal de Recoleta.

Lentamente, en los últimos años en la UCR fueron ganando espacio los antikirchneristas. Y es así que logró tener una pequeña liga de 5 gobernadores (que nunca tuvo ni siquiera cuando Raúl Alfonsín era la figura central de la política nacional).

Muestra de que nadie se habla ahora es que en la última «repartija» de cargos le entregaron el Comité Nacional al radicalismo porteño (que es una UCR que no puede ganar en su territorio hace mas de 20 años)  que pone a Martín Lousteau en la misma silla que alguna vez supieron ocupar Ricardo Balbín, Alfonsín e Yrigoyen. No es por desmerecer al economista, pero en términos relativos, se afilió hace tres días al partido. ¿A quien se le ocurre poner al frente a una figura que fue ministro de Economía del kirchnerismo, cuando la base electoral le pide ir para el otro lado exactamente?

Hay que recordar, respecto de Lousteau, que en 2021 quebró a la Unión Cívica Radical (UCR) en la Cámara baja de la mano de su principal referente, el diputado Emiliano Yacobitti, quien anunció el nacimiento de un nuevo bloque con el nombre de UCR-Evolución y que fue presidido por el cordobés Rodrigo De Loredo. Un caso curioso, porque hoy De Loredo conduce el bloque de lo que queda de los radicales y es de los que procuran mostrar un perfil más «liberal».

La pregunta es entonces cómo se debe parar la UCR frente a un gobierno conservador de derecha que le ha soplado su base electoral en función de presentarse como el mas auti kirchnerista de todos los espacios.

Muchos miran hacia la ideología, y creen entonces que para ponerse frente a Javier Milei hay que destacar el perfil «social demócrata». Otros entienden que esa definición es irrelevante para cuando se de «vuelta la taba» como ocurre siempre en política.  No se trata de ello, sino dónde ir a buscar los votos que pueden votar a la UCR, que es un abanico amplio siempre que el partido cobije a todos. Si el electorado se volcara en el futuro  a opciones de centro izquierda es mas probable que termine eligiendo a alguna opción peronista blanda con toques de pluralidad.

Los dirigentes actuales de la UCR, todos de segunda linea, no tienen capacidad de hablar entre ellos. Lo mas recomendable sería que traten de volver a las fuentes del centenario partido, donde todos se definían como «radicales» pero todos eran aceptados por izquierda o por derecha.  En los orígenes había dos lineas internas: los personalistas y los antipersonalistas. Ninguno sacaba los pies del plato. Básicamente, porque Hipolito Yrigoyen y Marcelo T de Alvear sumaban, no restaban.

 

 

Por NP