La suspensión de la reunión que iba a mantener el ministro de Economía, Martín Guzmán, con los gobernadores de la oposición y los jefes de bloque fue todo una señal. En rigor, nunca iba a haber una reunión. Si se analiza el contenido de las explicaciones que hizo a los gobernadores de las provincias peronistas se entiende.

Esa exposición de Martín Guzmán era pura sarasa. No puede revelar lo que trata de negociar con el FMI porque sabe que la oposición se la va a rechazar si tiene que ir al Congreso. Se trata de lograr que Alberto Fernández haya pasado sus cuatro años de mandato haciendo la plancha, sin haber encarado ninguna solución de fondo.

Guzmán quiere que el «ajuste» pase para despues del 2024, es decir, cuando probablemente haya otro presidente, que podría ser uno de Juntos por el Cambio, o alguien de la coalición gobernante. Sea como sea, Alberto no quiere pasar a la historia como el que hace la tarea sucia, para que venga otro atrás a cosechar los frutos.

Es lo que le pasó a Eduardo Duhalde, que encaró un exitoso programa de dos años para salir de la Convertibilidad de la mano de Jorge Remes Lenicov en el Palacio de Hacienda. Tras un primer año en el que el desempleo subió al 25% luego la economía se recuperó de manera espectacular. Claro que quien vendió como propio el existo ajeno fue Néstor Kirchner.

Desde ese momento clave en la historia reciente, nadie de la dirigencia política quiere volver a cumplir ese rol. El egoismo del ex presidente fue tan alto que quebró definitivamente  cualquier potencial base de solidaridad. Nadie hoy sería capaz de «bancar» un ajuste que haga otro, aún sabiendo que el resultado le puede ser provechoso.

Ese es el punto clave. Hay que hacer un fuerte ajuste del gasto en los dos años que le quedan a Alberto Fernández, pero nadie está dispuesto a apoyarlo y menos el propio presidente.

Según trascendió, en las últimas horas los técnicos del FMI y el Palacio de Hacienda vienen intensificando contactos. Argentina no sabe si tendrá dólares en la cuenta cuando el organismo le tenga que debitar u$s731 millones del próximo vencimiento y ya le va avisando. Si ocurre ello, se tratará como una demora. La declaración de un default, de acuerdo con los procedimientos internos del FMI, demora tres meses.

La idea es que a los 24 meses que le quedan en el gobierno, restarle tres meses más de no hacer nada.

Guzmán quería originalmente llegar al superávit primario en 2027. El FMI le pide que sea en 2024. Ahora se entusiasma trasladar el ajuste para 2025. Es decir, quiere que pasen los cuatro años sin hacer nada.

El problema del gobierno para acordar como hacer el ajuste, tal vez, no sea la oposición. Tanto radicales como en el PRO estarían dispuestos a poner una firma en un entendimiento que deje en claro cuales son las responsabilidades de cada uno. El problema de Alberto Fernández es que el kirchnerismo no quiere quedar pegado a un ajuste, sea ahora, o sea en el futuro.

Porque no hay que descartar que ya hace varios años la hipótesis del kirchnerismo es volver al gobierno del país en algún momento. posiblemente 2023.  En vistas de ello, no estará dispuesto a apoyar ningún ajuste. Con el mismo egoísmo que demostró el ex presidente Néstor Kirchner, espera que la tarea sucia la hagan los demás.