BUENOS AIRES (ANP) Diez meses después de que Hamas atacará al sur israelí, el primer ministro Benjamin Netanyahu vive un instante de gloria: destruyó Gaza y aniquiló a varios de sus líderes, pero atizó la posibilidad de una guerra con Hezbollah e Irán.
La matanza de1.200 israelíes, en su mayoría civiles, junto al secuestro de otras 250 personas, desató una campaña militar por parte de Israel que hasta el momento ha causado la muerte de más de 39.000 palestinos, según informes del Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamas.
Pero en los últimos días la posibilidad de un conflicto bélico en toda la región se ha vuelto a acrecentar con el asesinato del negociador Ismail Haniyed, de 62 años, jefe del buró político de Hamas, ocurrido en su residencia de Teherán, y de Fuad Shukr, considerado el líder principal del grupo chiita Hezbollah en Beirut.
Hasta ahora, Israel no se ha pronunciado por el crimen de Haniyed. A esta lista de asesinatos selectivos se agrega también el jefe del ala militar de Hamas, Mohammed Deif, quien murió en julio durante un ataque israelí en Khan Yunis, Gaza, informó el jueves del ejército israelí.
Si no fuera porque hay voces disidentes en contra de Netanyahu, dentro y fuera de Israel, podría decirse que el primer ministro israelí vive sus días más felices de la guerra, teniendo en cuenta su promesa de que iba a “exterminar” a Hamas, tras el ataque llevado a cabo por el grupo fundamentalista islámico, el 7 de octubre de 2023.
Pero no todo es triunfo para Netanyahu. Uno de sus principales aliados, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, opinó que el asesinato de Haniyed no ayuda a lograr un cese el fuego en Gaza. Desde luego, la muerte de este líder de Hamas abre una serie de interrogantes sobre el conflicto en Medio Oriente.
Sin embargo, Netanyahu sostiene que, sin la rendición de este grupo, la contienda bélica seguirá su curso inevitable. Haniyed era una figura clave del conflicto, pues había negociado la liberación de varios rehenes israelíes. Incluso se había mostrado de acuerdo en llegar a un pacto con Israel, si el ejército israelí ponía fin a los combates en el enclave palestino.
De todos modos, el gobierno israelí no ha reconocido aún el asesinato del prominente líder. Peor aún: poco se sabe de la suerte corrida por un total de 111 rehenes, que aún quedan en poder de Hamas, considerado un grupo terrorista por Estados Unidos y varios países, entre ellos Argentina.
Al cumplirse 300 días de la campaña militar israelí, las familias de los secuestrados pidieron a Netanyahu que firme un alto del fuego en Gaza. Pero Irán, Hezbollah y Hamas advirtieron que buscarán venganza por el asesinato de sus líderes.
Pese a los reclamos que realizan diariamente los familiares, se cree que al menos 39 de los 111 rehenes están muertos, según informes del ejército israelí.
Indudablemente, el clima se ha enrarecido en Medio Oriente. Por eso, a pesar de sus victorias recientes, Israel no debería subestimar la capacidad militar de Irán, ya que Teherán podría provocar serios daños a uno de los ejércitos más poderosos del mundo, apoyado por Estados Unidos, estiman analistas.
Mientras tanto, Netanyahu se frota las manos porque ha dado un paso más en su objetivo de “eliminar” las operaciones de Hamas en la región. Sin embargo, para el portavoz de las fuerzas armadas israelíes, Daniel Hagani, no es posible una destrucción total del grupo islamista.
A fines de junio, Hagani dijo que Hamas se encuentra arraigado en el corazón de un sector de los palestinos. “Hamas es un partido. No puedes destruir una idea”, opinó.
Pese a ello, Netanyahu insiste en que para llegar a un alto del fuego es necesaria la eliminación de las capacidades militares y del gobierno de Hamas, la liberación de todos los rehenes y la garantía de que Gaza no supone ya una amenaza para Israel.
Esta propuesta israelí fue difundida a principios de junio. Ahora, sin embargo, el panorama es completamente distinto. El líder supremo de Irán, el ayotallah Alí Jamenei ordenó atacar directamente Israel, para vengar el asesinato de Haniyed.
Quizá esta vez no sea un castigo moderado, con drones y misiles, como ocurrió el sábado 13 de abril cuando Teherán atacó Israel en represalia por un supuesto bombardeo israelí que mató a siete miembros de la Guardia Republicana, en el consulado iraní en Damasco, Siria.
Pese a sus éxitos militares, Netanyahu no ha podido acallar las protestas que se realizan todos los sábados en varias ciudades de Israel, con el fin de pedir elecciones anticipadas y negociaciones con Hamas para liberar a los rehenes. El premier, sin duda, debe apurarse porque la gloria dura muy poco.