BUENOS AIRES (ANP) La sola mención de la palabra «rodrigazo» trae a la memoria el inicio de una escalada inflacionaria que dejó un huella indeleble en la memoria de todos los argentinos, incluso entre aquellos que aún no habían nacido en aquel fatídico junio de 1975. El tiempo transcurrido puede alterar la precisión de algunos recuerdos, por lo que no está de más comparar aquella época con la actualidad… con una sorpresa que dejará más de una preocupación.
La inflación mensual de mayo de 1975, es decir el mes previo a que Celestino Rodrigo diera a conocer su «sinceramiento», había sido del 3,9%. Y la interanual del 80,5%. Dos performances que en cuarenta y ocho años se transformaron de una señal de alarma en una meta deseable, si se tiene en cuenta que los datos de septiembre mostraron un IPC mensual que triplica al de entonces y que la inflación interanual se encamina a duplicar el porcentaje del «pre-rodrigazo».
Y si bien el primer mes del Plan Rodrigo tuvo una inflación -por el momento- más alta que las de agosto y septiembre de 2023 (fue del 21,1%), la interanual se mantuvo en niveles inferiores, ya que fue del 110,6%. Desde julio de 1975 en adelante los guarismos se dispararon y habrá que esperar unos meses para hacer la comparación con aquellos tiempos.
Hasta que llegue ese momento, la consultora Invecq dejó en evidencia que la gestión de Sergio Massa acaba de dar comienzo al cuarto período de la historia argentina con una inflación interanual de más del 130%, con una duración por el momento imposible de predecir.
«Solo en tres momentos antes la tasa de inflación anual había superado el 130% hasta este momento», indicó al respecto la entidad presidida por Esteban Domecq. «El primero fue en 1975 con el Rodrigazo, el segundo en 1981 con la crisis de la tablita y la crisis de deuda, la tercera en 1987. En todos esos episodios el desenlace fue desastroso. Cada uno más desastroso que el anterior, pero todos se caracterizaron por ser períodos largos de tiempo con tasas de inflación anual superior al 130% y en aumento», describió.
Invecq advirtió que en todos los casos la duración de los períodos de alta inflación se extendió a por lo menos cuatro años. En ese sentido, señaló que «el primero, inaugurado un mes después del ‘Rodrigazo’, abrió un período de 56 meses con una tasa de inflación que permaneció por encima del 130% anual, en promedio la tasa de inflación anual fue de 250% y el pico fue de casi 780% en mayo de 1976», ya en la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz, en el inicio de la dictadura de Jorge Rafael Videla.
«El segundo comenzó en diciembre de 1981, tuvo una duración similar, de 54 meses, pero en promedio el proceso fue mucho más inflacionario con una tasa anual del 430%. Y el mes de mayor inflación fue junio de 1985, el mes previo al lanzamiento del Plan Austral. La tasa de inflación anual había alcanzado en ese entonces casi el 1.200%», indicó en un período iniciado por Lorenzo Sigaut y continuado por Roberto Alemann, José María Dagnino Pastore, Jorge Webhe, Bernardo Grinspun y Juan Vital Sourrouille.
El último episodio histórico, remarcó la consultora, «fue el más dramático, concluyó luego de dos hiperinflaciones y el Plan Bonex. Comenzó con el fracaso del Plan Austral y su sucesor, el Plan Primavera, en septiembre de 1987, duró 48 meses con un promedio de 2.435% de inflación y un pico (durante la segunda hiperinflación, ya en el gobierno de Menem) de más de 20.200% de inflación anual», en este caso en un derrotero iniciado por Sourrouille y proseguido por Juan Carlos Pugliese, Jesús Rodríguez, Miguel Roig, Néstor Rapanelli, Antonio Erman González y finalizado con la Convertibilidad de Domingo Cavallo.
Domecq alertó que «el cuarto episodio acaba de ser inaugurado por este gobierno», en una extraña paradoja de la política argentina: el responsable del Ministerio de Economía, Sergio Massa, se presenta como candidato presidencial.
«Hay algunos elementos que indicarían que la situación actual tiene chances de no terminar de la peor manera; pero de algunos de ellos el gobierno se está encargando de eliminarlos», planteó. en referencia a que «el contexto internacional es significativamente más auspicioso y positivo para las cuentas externas de la Argentina que durante los 70 y principalmente los 80. Y eso podría ponerle un techo a la magnitud de la crisis nominal y real»-
Y pese a que el factor fiscal lucía a priori en mejor estado que en los tres episodios precedentes, el gobierno se empeñó en sacar de escena ese punto a favor: «con la aprobación por ley de la devolución del IVA a las compras de productos básicos que se suma a la eliminación del impuesto a las ganancias, el gobierno garantiza un aumento del déficit fiscal para el año que viene de 2% del PBI. De esta manera, el desequilibrio total para el año próximo superará el 6% del PBI, colocándolo en una zona de mayor riesgo que lo que estaba antes de las PASO», alertó.
Asimismo, Invecq lamentó que «propuestas sin fundamentos económicos como la dolarización sin dólares podría empujar a la economía a una nominalidad que hoy parecería imposible. Si no se consiguen los dólares necesarios para rescatar todos los pesos, sería prudente que se abandone la idea de la dolarización y se avance en un programa de correcciones típico de un plan de estabilización. Insistir en la dolarización a cualquier precio, sería más que imprudente», manifestó para concluir expresando el deseo que «este cuarto episodio inflacionario no tenga la duración ni la virulencia de los anteriores tres. Es la cuarta estrella que Argentina no debe ganar».