BUENOS AIRES (ANP).- Después de 25 años, queda poco que agregar sobre el estrafalario accidente del vuelo 3142 de la ya desaparecida aerolínea de cabotaje LAPA, ocurrido en la noche del 31 de agosto de 1999 cuando el Boeing 737-204C que iba del Aeroparque porteño a la ciudad de Córdoba inició un despegue que nunca se concretaría.

Desde entonces, un sinfín de desgracias llegaron a completar la historia de una de las peores tragedias sucedidas en Argentina. Los familiares de los 65 fallecidos y los sobrevivientes del vuelo con todas sus cicatrices a cuestas pagaron el precio que pagan en este país los que tienen la mala suerte de tener que mendigar justicia.

En estos 25 años la historia se contó una y mil veces: a las 20.54 de esa noche se conjugaron la negligencia de los pilotos con la de la compañía aérea dando como resultado que el avión no pudiera despegar. La nave atravesó los límites del aeropuerto, cruzó la Avenida Costanera frente a las narices de automovilistas aterrorizados y terminó chocando contra una estación de gas. Nadie murió por los golpes, fue el incendio lo que los mató.

El juicio tardaría varios años y se llegaría a suaves condenas para varios implicados en 2005, en el que otros tantos resultaron absueltos, en especial el propietario de la compañía, Gustavo Deutsch, aquel hombre nacido en Praga pero criado en Argentina, obsesionado por bajar costos a como diera lugar.

Sin embargo, lejos de terminar este capítulo, en 2014 se anularon todas las sentencias por considerar que el delito había prescripto por culpa de la demora de los jueces, decisión ratificada más tarde por la Suprema Corte de Justicia. Hasta ahí los hechos que leímos y escuchamos hasta que llegó la resignación.

Pero la de LAPA es una historia que vale la pena contar cada año, sobre todo para quienes eran niños en aquella época y para los que aún no habían nacido. Una buena opción para conocerla es la imperdible película del actor, director y expiloto de LAPA, Enrique Piñeyro, quien había renunciado a la empresa poco antes del accidente luego de cansarse de denunciar la falta de mantenimiento y controles por parte de la dirección de la aerolínea.

En Whisky, Romeo, Zulu, filmada en 2004, Piñeyro relata sus vivencias de los días previos a renunciar a la empresa, la pared de indiferencia contra la que chocaba siempre que trataba de advertir sobre la tragedia que se estaba gestando y la decisión de apartarse para salvar su propia vida. Porque de hecho, la silla del comandante en la que esa noche murió el piloto Gustavo Weigel fácilmente podría haberle tocado a Piñeyro de haber seguido trabajando en LAPA.

Por supuesto, ese afán por dejar testimonio de aquello no es de extrañar en Piñeyro, porque en última instancia él fue en parte otra víctima de esa tragedia. Sin embargo, el encadenamiento de errores y desidias en esta historia fue de tal magnitud que el hecho fue analizado en la serie documental canadiense Mayday: catástrofes aéreas y en un programa especial de la emisora argentina ya extinta Canal Infinito.

Para quienes no estuvieron esa noche mirando la televisión tranquilamente mientras cenaba y quedaron en shock al leer el titular que informaba del más imposible de todos los accidentes imaginables, vale la pena mirar estos testimonios audiovisuales para comprender la marca que dejó esa noche fatídica que cambió para siempre las leyes de la aeronáutica de Argentina, y que se convirtió en un caso de estudio a nivel mundial.

Mientras tanto, en el camino de estos 25 años, Gustavo Deutsch eligió morir en su ley. Como si nada hubiera aprendido, se estrelló en Nordelta con la avioneta que piloteaba el 14 de septiembre de 2014, acompañado por su esposa Graciela, sin tener en cuenta la inconveniencia de manejar una aeronave a su avanzada edad.

En cuanto a las víctimas que quedaron, los sobrevivientes siguen volviendo cada 31 de agosto al día crucial, ya sea entrevistados por algún medio o en la privacidad de sus hogares. Piñeyro sigue siendo un referente de prestigio en temas de aeronáutica y participando de misiones humanitarias.

Por NP