La pobreza por ingresos se ubicó en el 43,1% de la población y el 32,7% de los hogares, en tanto la multidimensional quedó en el 39,2%, de acuerdo con el informe dado a conocer por la Universidad Católica Argentina (UCA).

Más allá de la leve suba respecto del mismo período del año pasado -en parte compensado con la baja de la indigencia en el mismo lapso- una mirada de más largo plazo deja en evidencia que la situación no es responsabilidad de un gobierno en particular sino de un modelo económico que “favorece el consumo, olvidándose de la inversión”, según la evaluación que realizó el director de Investigación del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA), Agustín Salvia.

“La pobreza no se explica por causas naturales ni tampoco por el infortunio de factores externos. La mala praxis en cuanto a políticas públicas y de desarrollo tiene inevitables consecuencias económicas y sociales en desmedro de la sociedad, más allá de su justificación política o ideológica. En este caso, una y otra, juegan en contra del interés público, que no puede ser otro que el bien común”, planteó.

Salvia fue contundente al señalar que “las políticas en los últimos 40 a 50 años han fracasado”, además de remarcar que “se acumulan dos generaciones de pobres y ya estaríamos en el inicio de la tercera”, en un fenómeno que atribuyó, precisamente, a la caída de la inversión en el último medio siglo, lo que se tradujo un una menor cantidad y calidad de puestos de trabajo.

Ese deterioro se acentuó, además, con una brecha cada vez mayor entre los propios trabajadores, con una marcada dispersión salarial.

La respuesta de la dirigencia política en general se centró en el corto plazo y eso por eso que se prioriza al consumo por sobre la inversión. “Ese modelo es insostenible desde el punto de vista social”, sentenció Salvia.

“Ni las políticas de liberalización económica ni las políticas de asistencia social son suficientes por sí solas para promover un modelo de desarrollo equilibrado en lo productivo y en social, con capacidad de incluir en un mismo proyecto político-económico a los agentes productivos, a los sectores del trabajo y al Estado, integrando social y laboralmente a la sociedad de los excluidos al modelo social”, remarcó.

El Observatorio indicó que “desde hace mucho tiempo que la economía argentina no garantiza un crecimiento estable y prolongado de manera sostenible”.

Durante los últimos 40 años el crecimiento promedio apenas fue del 1,5% anual, medio punto apenas del crecimiento demográfico, pero claramente deficitario para atender deudas sociales históricas, o para dar un salto en ciencia y tecnología, o para responder a justas demandas sociales, y, sobre todo, permitir invertir en el capital humano de las nuevas generaciones. Poco o nada de eso ha sido posible en la Argentina de los últimos cincuenta años”, lamentó.

El ODSA subrayó que “nuestras crisis cíclicas son más recurrentes, profundas y prolongadas que en el promedio de los países de la región, y sus repuntes, son menores en cantidad y duración que lo logrado por el resto de los países”.

“Pero el problema no es el bajo crecimiento económico, sino que con cada crisis aumentan los índices de pobreza, a la vez que con cada período de recuperación no logran recuperar el punto de partida”, advirtió.

Al respecto, señaló que “ciclo tras ciclo la sociedad argentina viene acumulando una pobreza estructural, crónica y persistente, con brechas de desigualdad creciente que inhiben el crecimiento y ponen barreras a los acuerdos sociales y políticos”.

Por NP