BUENOS AIRES (ANP).- Cuando ya parecía una discusión olvidada y superada, el diputado radical Julio Cobos -quien quedará inmortalizado en los libros de historia por su “voto no positivo” en aquella noche de locos en que naufragó la Resolución 125- reabrió la polémica por el cambio de la hora oficial del país, y de paso reflotó un viejo enigma: por qué los argentinos vivimos a contramano del huso horario que nos pide nuestro reloj biológico.
En el mundo, sobre todo en países de vasto territorio, es común tener establecido un horario de verano y otro para invierno, algunos por cuestiones que tienen que ver con la calidad de vida y otros por problemas con la energía.
En esta última categoría se inscribe Argentina, que cuando ha echado mano de este recurso lo ha hecho para paliar una crisis eléctrica. Fue el caso de 1988, bajo el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando una tremenda sequía puso en jaque a las centrales hídricas y a todo el sistema energético, que estaba obsoleto.
Aquella crisis hizo que se tomaran varias medidas, no solo el cambio de hora, sino también los cortes programados de dos a tres horas diarias a los hogares, el cambio del horario de atención bancaria -que pasó de 8.00 a 13.00- y el recorte del horario televisivo. Los canales de televisión comenzaron a transmitir desde el mediodía, práctica que mantuvieron durante años, incluso cuando la crisis energética había amainado.
En los años siguientes la hora se fue adelantando a veces sí y a veces no al pasar del verano al otoño, hasta que en 2009 el gobierno de Cristina Krichner decidió dejar la hora en UTC-3, luego de que las estadísticas arrojaran que la modificación horaria de 2008 no había ayudado casi en nada a que bajara el consumo eléctrico durante ese año, con el agravante de que complicaba la operatoria en algunas provincias.
Desde entonces, solo algunas provincias alteraron sus horarios mientras que a nivel nacional se siguió funcionando en la franja de UTC-3, que significa tres horas menos respecto de la hora del meridiano de Greenwich en el Tiempo Universal Coordinado (UTC por sus siglas en inglés).
Es ahí donde reside la verdadera polémica, que no pasa por si se ahorra electricidad o no sino por entender la razón de continuar en un huso que no corresponde a ninguna de nuestras provincias porque en realidad, Argentina se encuentra en la franja UTC-4, incluso con una zona, principalmente Mendoza, que ya entra en UTC-5. ¿Por qué la decisión de plantarnos donde la naturaleza no nos quiso ubicar?
La realidad es que nadie lo sabe. Si hubiera que buscar la explicación, habría que retrotraerse a 1930 con la esperanza de encontrar alguna papeleta donde consten los motivos de algún funcionario perdido en el tiempo para mover la hora oficial hacia esa franja incomprensible.
Cuando Argentina adhirió al horario internacional, en 1920, lo hizo justamente en el huso UTC-4 y allí estuvo como era lógico durante una década, cuando por algún motivo desconocido se pasó al UTC-3. En esta franja estuvimos desde entonces casi todo el tiempo, alternando ocasionalmente con el horario de verano, UTC-2. De hecho, un experto en el tema que expuso recientemente en el Congreso para defender el proyecto de Cobos, no pudo explicar a quién se le ocurrió quedar en el UTC-3.
¿A algún funcionario en los años ’30 le convendría por una cuestión personal o comercial tener ese horario? ¿Quizás algún uruguayo influyente que quería ir de Montevideo a Buenos Aires sin tener que calcular la hora? ¿Por qué los argentinos nunca nos detuvimos a pensar el sentido de comenzar la jornada en invierno cuando todavía está oscuro en lugar de esperar a que la luz solar active los mecanismos naturales de nuestros cuerpos para que nos despierten? Una premisa de manual que hasta los pajaritos respetan.
Ahora, el proyecto de Cobos pretende corregir el absurdo de que los bancos del oeste del país abran cuando el sol todavía espera para salir, o que muchos porteños y bonaerenses arranquemos los días invernales en la oscuridad.
Habrá que ver qué sucede ahora con el proyecto de ley 1470 en el debate en diputados y luego en el Senado, donde se escuchará a varios expertos y donde cada uno dará sus motivos antes de decidirse si Argentina vuelve o no a la franja que hoy comparten Bolivia, Paraguay y gran parte del Caribe.
Si Cobos logra que prospere el proyecto y el país deja más de 90 años de un horario al que inexplicablemente se han aferrado todos los gobiernos, sería la segunda vez que alborota a sus colegas del Congreso, muchos de los cuales todavía no le han perdonado la madrugada épica en que le torció el brazo al kirchnerismo para derribar las retenciones móviles a la soja.