Buenos Aires, mar 3 (ANP)- Tarde o temprano, los aprendices de brujo se enfrentan a las consecuencias de sus actos. La ingenua creencia de que los aumentos de la carga impositiva se traducen en un incremento similar de la recaudación choca con una realidad económica y social mucho más compleja que una simple operación matemática.
Pese a la cantidad de evidencia empírica que indicaba lo contrario, el presidente Alberto Fernández decidió cuatro días después de su asunción un aumento de los derechos de exportación, comúnmente llamados retenciones, con la esperanza de obtener los ingresos tributarios necesarios para reducir la brecha negativa del resultado fiscal, en vistas a presentar una propuesta confiable de pago de la deuda a los acreedores.
Los resultados no solo fueron diametralmente opuestos a los esperados en Balcarce 50 y el Hipólito Yrigoyen 250 (quizás también en Paseo Colón 982, si bien lo que opine o deje de opinar el Ministerio de Agricultura no parece relevante en las actuales circunstancias). También le dieron la razón a los que, desde fuera de la gestión pública, venían advirtiéndolo desde la misma noche del 11 de agosto, cuando el resultado de las PASO anticipó un seguro triunfo del Frente de Todos.
Desde entonces, los conocedores de la realidad agropecuaria indicaron que los exportadores de cereales y oleaginosas iban a adelantar sus liquidaciones. Y que las intenciones de siembra de soja para el 2020 se reducirían.
No hacía falta una capacitación especial para darse cuenta de esas dos reacciones, al punto que fue el fundador del partido político gobernante quien dijo hace más de medio siglo que la víscera más sensible del ser humano es el bolsillo. Lo es para el fisco, pero sus administradores deberían aprender de una vez que también lo es para los contribuyentes, que suelen actuar en consecuencia.
Así, en septiembre de 2019 -primer mes en el que se pudo hacer una comparación interanual con las retenciones restituidas doce mese antes- el incremento de la recaudación de los derechos de exportación fue del 143,4%, más que el triple del 42,7% del aumento de la recaudación total.
La brecha fue mayor en octubre, con 176,1% para las retenciones y 42,8% para el total. En noviembre, el incremento porcentual de los ingresos por retenciones (265,4%) quintuplicó al general (58,2%) y en diciembre la diferencia fue del 299,5% al 58,2%.
Fue en la segunda quincena del último mes de 2019 en el que comenzó a regir el nuevo esquema de retenciones. Ya se cuenta con dos meses de recaudación para comprobar los efectos de esa medida.
En enero, el incremento porcentual de la recaudación general tuvo una caída al 44,9%, pero el de las retenciones se desplomó a menos de la sexta parte del mes anterior, con un 54%.
Y en febrero, la AFIP acaba de informar que con un aumento del 42,6% en la recaudación global, la de las retenciones fue la menor desde su reimplantación en septiembre de 2018, con apenas un 19,9%.
En medio de las deliberaciones del ministro Basterra con la dirigencia de la Mesa de Enlace, sería más que atinado que tanto en Agricultura -por la producción- como en Economía -por la recaudación- tomen nota de lo que la realidad les indica con la crudeza de los números. Más carga impositiva no implica necesariamente más recaudación. Muchas veces, todo lo contrario.