Buenos Aires (ANP) – A 41 años del fin de la dictadura militar y el regreso de la vigencia de la Constitución Nacional parece absurdo tener que volver a analizar la importancia de Raúl Alfonsín como figura central de la Democracia, aún a pesar de los errores que cometió en materia económica.
El kirchnerismo ha tratado de ningunear al mandatario radical, planteando la hipótesis de que la Democracia es plena en la Argentina recien a partir del momento en que Nestor Kirchner baja los cuadros de los dictadores de la Escuela Militar y ordena ir para atrás con los indultos de otro presidente peronista, Carlos Menem. El despropósito ha sido tal que el kirchnerismo le agregó un prólogo al informe de la Comisión Nacional para la Desaparición de Personas (CONADEP) “Nunca Mas”, porque consideraba que ese trabajo avala la teoría de los dos demonios.
Cuando el kirchnerismo se da cuenta que no podía atacar a la figura de Alfonsín sin que se le volviera en contra, se inclina por la “peronización”del viejo presidente. El ex mandatario pasa a formar parte de las figuras del campo “nacional y popular”, pero sin partido ni historia, y siempre aclarando que su tarea no fue completa, hasta que llegaron Nestor y Cristina.
El turno desde el otro extremo
Ahora le toca el turno al otro extremo del abanico político, a los conservadores de derecha, viudos de la convertibilidad y del Consenso de Washington, haciendo eje solo en una porción de la historia relatada por Fernando De la Rua, el ex presidente balbinista que quiso salvar la convertibilidad dándole la espalda a la coalición que lo llevó a la Casa Rosada.
La defensa de De la Rúa en la que cayeron los libertarios, a quien ponen como víctima de un supuesto golpe orquestado por Alfonsín y el ex presidente interino Eduardo Duhalde, no tiene otro objeto que poner el acento en un elemento secundario de la historia y pasar por alto lo realmente importante: las políticas de estabilización basadas en el retraso del tipo de cambio.
La caja de conversión que había ideado Domingo Cavallo 10 años antes del 2001 fue muy eficiente para frenar en seco una inflación desbocada, pero no servía como un esquema cambiario permanente. El problema no era en sí mismo el 1 a 1 nominal del peso con el dólar, sino que el tipo de cambio real (el que determina el intercambio comercial del país con sus socios) había quedado muy atrasado. Dicho en otros términos, la Argentina era “cara” en dólares. No le podía exportar ni un clavo a nadie. Al no generar mas divisas que las del campo, con una cuenta corriente negativa, la consecuencia era que había que estar constantemente tomando deuda en los mercados internacionales. Cuando el FMI decidió no renovarle la cuenta a Argentina, la suerte de De la Rúa estaba echada.
La crisis política
Hay que recordar el escenario de entonces: Un presidente que había prometido terminar con la fiesta menemista, que llegó al poder en una alianza con un espacio de centroizquierda de origen peronista (FREPASO). Un presidente que representaba una minoría de derecha dentro de su propio partido (la UCR) y que ante esa circunstancia más porfió en cerrarse sobre su propio grupo. Meses antes, su vicepresidente de izquierda Carlos “Chacho” Alvarez “se rajó” con la excusa de que se habían pagado coimas en el Senado para aprobar una reforma laboral.
A esta altura, ya nos argentinos nos hemos dado cuenta que cuando alguien aparece como incapaz, es porque es incapaz, y De la Rua cumplió la regla: era un presidente para un país escandinavo donde todo está en orden y no hay nada que hacer.
El ex presidente se quejaba que Alfonsín no lo apoyaba y es cierto. Jamás lo iba a apoyar para tratar de salvar un modelo económico que estaba terminado. Una medida de Domingo Cavallo detonó la crisis terminal: el corralito. El día en que a la clase media le tocaron los dólares que tenía ahorrados en los bancos, se terminó ese gobierno. Aparecieron las “cacerolas”. Un viejo golpista alentó la protesta de la clase media, el entonces presidente de la Coordinadora de Actividades Mercantiles Empresarias (CAME), Osvaldo Cornide. Regalaba ollas en la calle para que la gente caceroleara.
Los que hablan del “golpe de Alfonsín” se toman de las quejas de De la Rúa contra el presidente del radicalismo por la falta de apoyo y la exigencia de cambio de rumbo. Un relato donde dice que Alfonsín le había dicho que el gobierno de la Alianza tenía que cumplir su período, pero que él se tenía que ir del cargo. Eso era todo relato de De la Rúa, probablemente cierto, pero nunca confirmado. Y aunque haya sido cierto, lo que interpretó el entoces presidente era que lo quería sacar del poder.Tal vez el viejo radical no comprendía que le estaban diciendo que su gobierno estaba terminado y que tenía que haber una salida política a la crisis. En ese sentido, la acción de RA y Duhalde tal vez haya sido mas que importante para que la crisis de vacío de poder, la crisis social y la economía tuvieran un contenedor institucional que impidió que se rompiera el sistema.
Milei se la agarra contra el Padre de la Democracia
Hoy Milei resucita un viejo discurso que los liberales vienen repitiendo desde ese momento, que De la Rúa sufrió un gole de Estado, aunque no haya indicio que se se haya movido ni una tanqueta militar. Los uniformados entonces que se mantuvieron al margen. Los liberales creen todavía que se podía salvar la convertibilidad haciendo mas ajuste y acelerando reformas desreguladoras y cuestiones por el estilo. No van a reconocer que el esquema solo sirve para matar la inflación, pero que no se puede adoptar como sistema.
Precisamente, Milei parece dirigirse hacia ese destino. Pero sí hay que reconocerle que esta vez arrancó correctamente por resolver el déficit fiscal, cosa que no ocurrió durante el gobierno de Carlos Menem. Si termina adoptando un sistema parecido al de Uruguay o el de Perú, donde hay “competencia” de monedas, puede ser que el esquema funcione, ya que tendría una flexibilidad de la que carecía la convertibilidad. Solo dependerá del presidente si quiere insistir en tener un “dólar barato” de tipo financiero, y tratar de que el resto de la economía se adapte a ello, o si le pretende dar al esquema futuro flexibilidad y sostenibilidad basada en la estructura de la economía. Tal vez el futuro del debate político y económico sea ese, cual será el valor que tendrá que tener el dólar para que la economía funcione en equilibrio.
Carlos Lamiral