BUENOS AIRES, MAY 13 (ANP).– De un director del Fondo Monetario Internacional, generalmente no se espera nada bueno. Sobre todo en décadas pasadas, cuando abundaban aquellos programas de crédito acordados por el organismo con gobiernos pobres y malos pagadores, uno esperaba ver sentado en el sillón principal del FMI a un señor insensible y un tanto usurero, con suerte educado. ¡Pero nunca a un semental desenfrenado!

Por eso, en 2011, más o menos por estas fechas, el entonces jefe del FMI, el francés Dominique Strauss-Kahn, nos dejó a todos con la boca abierta cuando estalló en los medios de todo el mundo un escándalo sexual que lo tenía como protagonista y villano. Una pobre camarera inmigrante de Guinea, de nombre Nafissatou Diallo, lo denunció por golpes, intento de violación y por obligarla a practicarle sexo oral en una suite del Hotel Sofitel de Nueva York, donde la había sorprendido mientras ella estaba limpiando.

Como era previsible, el distinguido señor negó los cargos, pero el hecho de que encontraran su ADN en las ropas de la chica lo dejó sin muchos argumentos.

El exdirector del FMI fue detenido en el aeropuerto ese mismo día, 14 de mayo de 2011, aunque pronto logró el arresto domiciliario, previo pago de un millón de dólares de fianza. Eso sí, le dieron permiso para asistir a la sinagoga, algo que claramente no se le podía negar a alguien que estaba sospechado de lanzarse sobre una pobre empleada de hotel. Por suerte, su esposa Anne Sinclair no era muy celosa y lo ayudó en la búsqueda del departamento donde iba a quedar encerrado hasta el juicio. Porque ya todos sabemos por las series norteamericanas lo difícil que es alquilar en NY.

El caso terminaría con un acuerdo monetario entre la denunciante y el denunciado porque ella arrastraba con una importante desventaja: había mentido en la DDJJ que presentó para lograr que EE.UU. le diera asilo. Por supuesto, eso no la hacía menos víctima, pero para la justicia estadounidense fue más que suficiente para que el fiscal se viera obligado a retirar los cargos.

Sin embargo, la plata no hace la felicidad ni lo resuelve todo, y a DSK no le quedó más remedio que juntar de su escritorio la abrochadora y los portarretratos para desocupar su elegante despacho en la sede del FMI. El 19 de mayo, cinco días después de los hechos, presentó su renuncia.

Pero la deshonrosa salida fue apenas el principio. Strauss-Kahn también tuvo que decir adiós a sus aspiraciones políticas para competir en las elecciones primarias de ese año por el socialismo, con miras a la gran carrera presidencial de Francia de 2012.

La noticia del acoso dio que hablar durante meses, sobre todo en Francia, donde el diario Le Monde publicó artículos afirmando que el entonces presidente Nicolás Sarkozy estaba al tanto de que su exministro de Interior era lo que nuestros abuelos hubieran llamado un “mano larga”, habitué de zonas rojas del oeste de París, y un acosador de las periodistas que iban a entrevistarlo.

Otros medios, en cambio, expusieron la teoría de que DSK había caído en una trampa que buscaba desacreditarlo políticamente. Varias personalidades salieron en su defensa, entre ellos el filósofo y escritor Bernard-Henri Lévy. Además, hubo encuestas que mostraron que, al menos al principio, gran parte de los franceses avalaba la teoría conspirativa.

A pesar de las voces que se alzaron para clamar por su inocencia, con el correr de los años DSK fue acusado de casi todo. Robo de fondos, proxenetismo, organización de orgías y más acosos. Ninguna carrera política soportaría tantos cascotazos, y así fue que el hombre que alguna vez había sido la ficha más prometedora del socialismo francés terminó en el ostracismo del exilio.

Diez años después de aquellos bochornosos hechos, la vida de Strauss-Kahn es bien distinta. Aunque mantuvo perfil bajo trabajando en Marruecos como asesor de políticos, tuvo que lidiar con un par de escritores y hasta un director de cine que se inspiraron en sus andanzas para sus novelas y películas. Sobre todo con los creadores de la película «Welcome to New York», protagonizada nada menos que por Gérard Depardieu.

Tampoco le duró, por razones más que obvias, el matrimonio con su esposa Anne. Hoy Strauss-Kahn está nuevamente casado y prepara un descargo para contar «su verdad», en respuesta a la docuserie de Netflix, «Habitación 2806: Recuento de una acusación».

Para el FMI, las cosas también cambiaron. Después de tamaño papelón, el board prefirió tener como capitán a una respetable señora, Christine Lagarde, para limpiar la imagen del organismo. Y lo mismo hizo hace un par de años, cuando Lagarde se fue. John Lipsky y David Lipton fueron directores interinos eficaces, pero sólo transitorios mientras se hacía el traspaso de mando entre la respetable economista francesa y la actual directora, la bonachona Kristalina Georgieva.

En suma, todo cambia de un momento a otro, por mucho poder que se tenga. Eso, Dominic Strauss-Kahn lo sabe bien.

 

Por NP