Buenos Aires (ANP) – En mayo de 2003, cuando el entonces presidente interino Eduardo Duhalde dejaba su cargo habiendo completado el mandato del renunciado Fernando De la Rúa, al primer mandatario de de Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva, quiso inventarle un cargo como para que siguiera figurando. Decidieron crear un organismo regional, que no se sabía muy bien para qué era, pero a Duhalde le dijeron que de ahora en mas era el «Presidente del Mercosur».

El dirigente peronista de Lomas de Zamora hizo un par de apariciones públicas luego de ello, tratando de chapear con su supuesta presidente del bloque regional. Pero la verdad es que rápidamente se dio cuenta que su nueva «presidencia» era menos que figurativa. El genial Jorge Asis dijo en aquel momento: «A Duhalde le dieron un caramelo de madera».

Eso es lo que tal vez sea hoy por hoy el partido Propuesta Republicana, mas conocido como PRO, inventado de la nada en algún momento por el millonario Mauricio Macri para cumplir sus sueños de político.

Hoy el «caramelo de madera» es presidido formalmente por Patricia Bullrich, quien se ha creído que tal dulce es de verdad y caramelo y se atreve a presentar batalla contra el fundador del espacio por el control del mismo, o tal vez, por la desaparición del mismo fundido en la Libertad Avanza..

Como partido político el PRO no ha tenido otra función que ser un instrumento electoral para llevar a los cargos a dirigentes de diferentes tradiciones políticas. Allí confluyeron ex UCeDe, desarrollistas, radicales y peronistas. Lo que tenían en común al comenzar su aventura era la ideología del «gestionismo». No se hablaba de política sino de administrar bien, sin que quedara muy claro si administrar correctamente el Estado significa beneficiar o perjudicar a otros

Por caso, esa falta de debate político ideológico, por asi decirlo, es lo que atrajo a la diputada Daiana Molero, quien recientemente en una nota publicada en Revista Seul titulada «¡Calma!»  reconoce que ingresó a la Fundación Pensar de las huestes amarillas, tratando de hacer un postgrado en políticas públicas. Y allí se encontró con técnicos con los que se hablaba de gestión.

El PRO era lo mas parecido al radicalismo balbinista pero carente de calor popular. De hecho, nunca se reconoció como heredero de alguna tradición política. No se reivindicaba como liberal, tampoco social demócrata. Nunca Macri demostró algún grado de empatía por Raúl Alfonsín, por ejemplo. Sí, en algún momento se mostró atraído al peronismo de derecha.

Siguiendo los mandamientos del gurú ecuatoriano  Jaime Durán Barba, quien recomienda a los políticos que quieren ganar una elección no hablar de política, tan solo un concepto enarboló alguna vez el partido: «Lo nuevo frente a lo viejo», que es lo que hoy se podría resumir como «la libertad (de mercado) contra la casta».

El problema que tiene el PRO es que es tan chirle ideológicamente que un economista estrafalario con un par de conceptos duros de derecha (aunque pifiados) bastaron para opacarlo. Ese dirigente presidente extraño está rodeados (por ahora) de un calor popular que nunca tuvo Mauricio.

Macri uso a Patricia Bullrich para limar la influencia dentro del PRO de Horacio Rodríguez Larreta, y luego usó a Milei para evitar que Bullrich llegara a la presidencia.  Ahora se da cuenta que en un espacio de derecha como el que proponen los  libertarios no puede haber dos líderes. Ahora toma distancia y empieza a marcar algunas diferencias.

El PRO, el caramelo de madera, es lo que aflora y se deja ver.  La pelea por la conducción del partido no es lo relevante. Lo importante es que Mauricio quiere volver.