BUENOS AIRES (ANP).- Canadá quiere ser libre. La amenaza del presidente estadounidense, Donald Trump, de convertir a Ottawa en el estado número 51 de la Unión provoca preocupación en un país donde en las provincias de Alberta y Quebec existen movimientos separatistas.
Pese al rechazo de las autoridades canadienses, Trump no se detiene para lograr la incorporación de ese país autónomo, fundado en 1867, que pertenece a la Comunidad británica de naciones. Por el contrario, el magnate sigue utilizando toda clase de artillería verbal para seducir a su vecino del norte.
Esta semana, Canadá reconoció cierto interés por el proyecto de defensa estadounidense “Golden Dome” (Cúpula dorada), que le permitirá a la Casa Blanca interceptar todo tipo de misiles, incluso lanzados desde el espacio.
El presidente norteamericano señaló que el gobierno del primer ministro canadiense Mark Carney, líder del Partido Liberal, debería pagar U$S 61.000 millones para unirse en forma independiente, pero dijo que le saldría gratis si Ottawa se anexa a Estados Unidos.
Sin pérdida de tiempo, el embajador canadiense ante la Naciones Unidas, Bob Rae, calificó como una “extorsión mafiosa” a los canadienses, la propuesta de Trump formulada a través de la red Truth Social.
Lo cierto es que el apetito del magante neoyorquino va mucho más allá de aumentar los aranceles para las importaciones de ese país. También incluye la disputa por la isla Machias Seal, ubicada en el Océano Atlántico entre Maine (EEUU) y Nueva Escocia (Canadá), donde suele haber grandes diferencias por la pesca de langostas, informó la cadena británica BBC.
Trump sabe que Canadá posee vastas reservas de tierras raras, así como de oro, petróleo, carbón y madera. También manifestó que el agua de la Columbia Británica podría desviarse hacia el estado de California, azotado por una sequía. Otro foco de tensión son los Grandes Lagos (frontera en común), ya que Estados Unidos está considerando retirarse de los tratados sobre regulación ambiental coordinada.
En medio de este panorama, el rey Carlos III del Reino Unido visitó Canadá para pronunciar el “Discurso del Trono”, el mensaje con el que Ottawa inicia su periodo de sesiones parlamentarias.
“Hoy, Canadá se enfrenta a otro momento crítico. La democracia, el pluralismo, el Estado de derecho, la autodeterminación y la libertad son valores que los canadienses aprecian profundamente y que el gobierno está decidido a proteger”, dijo el monarca británico (foto).
Muchos analistas interpretaron su discurso como una respuesta directa a las amenazas y burlas de Trump contra las autoridades canadienses.
Para el analista Gustavo Alejandro Cardozo, académico del Centro de Estudios e Investigaciones Brasileñas, especializado en la política doméstica de China, “las declaraciones del rey deben entenderse en clave simbólica, sin impacto real en la dinámica geopolítica actual de las relaciones bilaterales entre EEUU y Canadá”.
En declaraciones a la agencia Nuevas Palabras, Cardozo opinó que “anexar Canadá carece de sustento jurídico y evidencia una visión anacrónica del orden internacional“ por parte de Trump.
A principios de enero, el líder republicano llamó “gobernador” al ex primer ministro canadiense Justin Trudeu. “Ellos deberían ser el estado 51, realmente. Eso haría un gran estado y la gente de Canadá estaría contenta”, opinó Trump.
Más allá de las amenazas de anexión del líder republicano, el gobierno de Carney enfrenta otros desafíos internos, como el reclamo independentista en la provincia de Alberta, ubicada al oeste del país, con casi cinco millones de habitantes.
Una encuesta de la Asociación de Estudios de Canadá (AEC), realizada a principios de mayo, señaló que un 52 % de los canadienses considera que las demandas separatistas de esa provincia, con reservas de petróleo y gas natural, deben ser tomadas con seriedad, informó la agencia española EFE.
Muchos canadienses creen que la situación de Alberta es más preocupante que la de Quebec, la provincia francófona donde en 1980 y 1995 los canadienses rechazaron sendas propuestas separatistas.
La jefa del Gobierno de Alberta, la conservadora Danielle Smith, prometió respetar el resultado de una posible consulta separatista que podría realizarse en 2026.
Según la página online de Radio Canadá, la primera ministra de Alberta no apoya la disociación de dicho territorio que limita al sur con el estado estadounidense de Montana, donde sus habitantes se quejan de las “desproporcionadas” contribuciones financieras a los programas federales.
Como si le contestara al mismísimo Trump, Smith dijo a principios de mayo que quiere una “Alberta fuerte y soberana dentro de Canadá”.