BUENOS AIRES (ANP) .- La renuncia del presidente Alberto Fernández a su posible reelección nada tiene que ver con ese lugar común de la literatura de “Triste, solitario y final”.
No es “Triste”, porque él se la pasó de asado en asado-, con la familia Moyano, y de fiesta, como el cumpleaños de su esposa, cuando gran parte de la población ni siquiera podía velar a sus muertos por una de las cuarentenas más extensas que soportó el mundo “para combatir el Covid 19”, y que así y todos nos dejó entre los 20 países con mayor cantidad de víctimas.
Tampoco será “Solitario”, por que él, como muchos otros políticos que llegan a ese nivel, sabrá “reciclarse”, tal vez en algún organismo del Mercosur, o como asesor de alguna multinacional, tal como le ocurrió cuando renunció a la Jefatura de Gabinete en el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y paso a ser “consultor” de la española Repsol, hasta ese momento, dueña de la privatizada YPF.
Por todo eso, mucho menos será su “Final”, porque de ahora en más podrá irse a vivir tranquilamente a Madrid, Roma, o París, con su pensión de presidente y el dinero que haya logrado ahorrar, donde dará conferencias para intelectuales sobre ”la realidad latinoamericana”, un tema que siempre atrapa “por su pintoresquismo” al progresismo del Viejo Continente, que no tiene que padecerla.
El gobierno de Alberto Fernández no terminó con la derrota en las elecciones legislativas del 2021, – y le renunció por carta medio gabinete – sino unos meses antes, en marzo, cuando “le aceptó la renuncia” al cargo de Ministra de Justicia, a su socia de toda la vida, Marcela Losardo, porque Cristina Fernández de Kirchner estaba enojada porque no se paraban las causas judiciales en su contra.
Porque fue CFK quien lo puso en el cargo, y él aceptó. Cristina, hábil, buscó en él a alguien que jamás estuvo cuestionado por la justicia, es más, que tenía buena llegada a los tribunales, y que la podía sacar de todas las causas que pesan sobre ella.
Cristina vio en Alberto, otra vez, a su “Jefe de Gabinete”, como “Campora al Gobierno y Perón al Poder”, la vicepresidente vio en Alberto alguien sin vocación de poder y bueno para la administración.
Pero dos no caben en un sillón, y menos cuando las condiciones externas no son las más favorables.
Argentina tuvo pandemia, cayó y se recuperó en términos económicos, más o menos, como la gran mayoría de las otras naciones.
Sin embargo, la inflación fue nuestra. La suba de precios de los combustibles el año pasado también fue acompañada por un alza de los precios agrícolas. En el 2022 Argentina tuvo exportaciones por US$ 100.000 millones, pero nada de eso quedó en las reservas del Banco Central, porque nadie confía en el gobierno.
Ahora, lentamente, llegará a su fin, pero lejos estará de ser “Triste, solitario y final” (*) para Alberto Fernández.
(*) Osvaldo Soriano: “Hasta la vista, amigo. No le digo adiós. Se lo dije cuando tenía algún significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final» – Philip Marlowe en “El largo adiós”.