Las cifras de desempleo que muestra cada trimestre el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) no dejan ver el panorama completo del mercado laboral, ya que si bien el porcentaje de desempleados se redujo al menor nivel en once años, la contracara de de la mala calidad de esa situación queda puesta de relieve con el récord de subempleo inestable, una elevada cantidad de empleo precario y el menor nivel de empleo pleno o «decente» desde que se cuentan con registros.
Esa es la información que dio a conocer recientemente el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA, que a su vez detalló que el deterioro se profundiza en los sectores socialmente más vulnerables, al punto que entre los hogares calificados como «nivel socio-económico muy bajo», el empleo pleno no llegar a representar la décima parte.
Por empleo pleno o decente se considera una condición que cada vez es más difícil de conseguir: trabajo registrado y con los servicios de atención de Seguridad Social reconocidos.
Ese «oscuro objeto del deseo» evidencia una tendencia levemente descendente en los últimos años, una situación que la mayoría de los trabajadores comprueba cotidianamente, ya sea por experiencia propia o de amigos, parientes o conocidos: los tradicionales «aportes jubilatorios» en los contratos laborales van dejando su lugar a un creciente número de monotributistas o, directamente, trabajos en la absoluta informalidad.
El máximo nivel de empleo pleno de los últimos doce años, según la medición del ODSA-UCA, se dio en 2011 con un 45,1%, seguido por el 44,1% de 2018, de lo que se desprende que ni en las Presidencias de Cristina Fernández de Kirchner ni en la de Mauricio Macri esa condición llegó a ser mayoritaria.
Desde 2o20, el empleo pleno no paró de caer: 43,6% ese año, 42,1% en 2021 y 40,3% en 2022, el mínimo de la serie.
Asimismo, este año el empleo precario representó el 23% del total y el subempleo inestable alcanzó el récord de 28%
El detalle por franja socieconómica de los hogares deja en claro la dispersión: para el nivel «medio-alto», la situación no parece demasiado complicada: en el 71,8% de los hogares hay empleo pleno, el precario alcanza al 19,5%, el subempleo inestable al 6,5% y la desocupación a un marginal 2,2%.
La situación comienza a mostrar su lado adverso entre los hogares de nivel «medio-bajo», en los que el empleo pleno sigue siendo la modalidad principal, pero ya no mayoritaria, con el 43,2%, en tanto el precario, el subempleo inestable y el desempleo suben todos al 28,2%, 21,6% y 7%, respectivamente.
En los hogares de nivel socieconómico «bajo» se altera el orden de modalidades: la primera pasa a ser el empleo precario con el 37% del total, seguida por el subempleo inestable con el 31,8%, el empleo pleno queda relegado a un tercer escalón, con 20,9% y el desempleo se mantiene en el último puesto, aunque ya con dos dígitos (10,3%).
La peor situación se vive en el nivel socieconómico «muy bajo», con un 40,6% de subempleo inestable, 29,8% de empleo precario, 20% de desempleo y tan solo un 9,6% de empleo pleno.