La inflación de 2022 no sólo será la más alta de las últimas tres décadas, sino que tendrá componentes diferentes a los de los últimos años, en los que fue impulsada principalmente por los saltos cambiarios y los ajustes tarifarios luego de extensos períodos de congelamiento, de acuerdo con el análisis difundido hoy por la consultora Ecolatina.
La entidad pronosticó una inflación cercana al 6% para septiembre y un piso del 5% mensual para el resto del año, con lo que el índice «cerraría cómodamente por encima del 90% en 2022 y cerca del 80% en 2023».
«La escalada inflacionaria de los últimos dos meses generó que la dinámica inflacionaria muestre aumentos de precios con mayor frecuencia, en conjunto con ajustes de mayor magnitud», indicó Ecolatina, que sostuvo al respecto que «este nuevo fenómeno está asociado a que la aceleración inflacionaria ya no responde mayormente ni a saltos cambiarios del tipo de cambio oficial o tarifarios ni a ajustes de precios congelados, como en el período 2018-2021».
La consultora precisó que «tanto en 2018 como en 2019, la aceleración inflacionaria fue impulsada principalmente por shocks cambiarios», en los que «la mayoría de los bienes transables ajustan significativa y rápidamente durante el transcurso de una quincena».
Por ejemplo, recordó que «mientras que para la primera mitad de 2018 el promedio de aumentos mayores al 10% representaban solamente 13% de los relevamientos, para el segundo semestre este promedio pasó a ser de 26,9%, con picos en septiembre y octubre de 46,7% y 46,0%, respectivamente», un fenómeno «explicado principalmente por la devaluación del 25% del tipo de cambio el último día de agosto, a lo que se le sumaron los aumentos de los servicios públicos en septiembre y octubre del mismo año».
«Durante 2019, la inflación también se aceleró por el mismo motivo», sostuvo, en referencia a que «el salto del tipo de cambio de 23% post-PASO implicó que los aumentos mayores al 10% se triplicaron respecto a la quincena anterior durante la segunda mitad de agosto».
A lo largo del 2020, añadió, «los precios de consumo masivo se movieron de manera muy particular, afectados por los controles de precios y por el freno de la actividad económica producto de la pandemia» en tanto en 2021 «se tendió a una ‘normalización’ de la cantidad de aumentos de bienes de consumo masivo», con subas que «se distribuyeron más uniformemente a lo largo del año».
En cuanto a lo que va del 2022, «el alza en los dólares paralelos y la ampliación y endurecimiento de las restricciones a las importaciones implicaron un fuerte mecanismo de transmisión hacia los precios», indicó Ecolatina.
«Este fenómeno no sucedió con igual intensidad en periodos anteriores, mostrando que la dinámica inflacionaria se volvió más frágil ante potenciales shocks», planteó, al tiempo que manifestó que «esta vulnerabilidad no responde únicamente a la falta de ancla en las expectativas que, por ejemplo, repercute acortando el período de paritarias, sino también por una falta de control en la emisión monetaria que alteró las expectativas de inflación».
El número final de 2022 y 2023 quedará determinado por «qué tan rápido se pueda disipar este efecto», remarcó, ya que «la necesidad de coordinar expectativas a la baja es esencial para no seguir alimentando a la dinámica inflacionaria, pero la actualización automática de determinados precios relativos (como prepagas, por caso) agrava el riesgo de ir a un régimen inflacionario con mayor indexación al actual, y, por ende, más difícil de desarmar».