Buenos Aires, oct 28 (ANP) – En el equipo económico que comanda Martín Guzmán ya no se descarta la idea de pedirle fondos frescos al Fondo Monetario Internacional (FMI). Si bien no hay una cifra confirmada, podrían ser u$s5000 millones, según trascendió.

La cifra coincide con el último desembolso del programa stand by que había negociado Mauricio Macri, que el gobierno actual decidió dar por terminado antes de recibir el dinero, al cual le hubiera correspondido acceder porque Argentina en diciembre pasado logró cumplir la meta de déficit primario del 0,6% del PBI.

La noción de que el gobierno puede pedir nueva asistencia va madurando tanto entre los propios funcionarios como entre analistas privados.

Sergio Chodos, el representante argentino ante el FMI indicó desde Washington que  «no es el escenario base, pero existe la posibilidad de que pueda suceder».

«Es cierto que podría haber necesidades un poco por arriba, que podrían llegar a ocurrir», señaló a una radio, tras lo cual aseveró que no se imagina que ese monto «sea muy exorbitante».

Más allá de esta posibilidad, Chodos ratificó que «la intención es ir saliendo, no volver a entrar» en mayor endeudamiento con el FMI.

Más allá de lo que pueda desear Guzmán, de no endeudarse más, la realidad es que una asistencia, aunque sea pequeña, para engrosar las reservas, le vendría muy bien al gobierno para tranquilizar la cotización del dólar.

El reconocido economista Ricardo Arriazu planteó recientemente ante un grupo de inversores que “el Fondo quiere llegar a un acuerdo con Argentina, está dispuesto a ser bastante flexible, pero no va a hacer ninguna negociación hasta después de las elecciones en Estados Unidos”.

El economista considera que Kristalina Georgieva “podría llegar a aceptar a Argentina un déficit más grande y financiarlo, pero el Fondo lo primero que va a ver es cómo está la situación política de la Argentina”.

Para ello considera que es necesario “recuperar la confianza primero” y entonces plantea que es “fundamental dejarse de pelear en la alianza gobernante, cambiar el discurso, poner uno que dé confianza a los inversores”.

“Pero como eso no va a alcanzar tienen que anunciar un programa consistente, que tiene que ser ratificado por el FMI y cómo la gente va a seguir las dudas, tiene que conseguir plata fresca del Fondo”, indicó.

Al igual que otros economistas, Arriazu considera que el déficit primario de 4,5% de PBI previsto en el Presupuesto 2021 que se apresta a aprobar el Congreso, es un número puesto para negociar con el organismo de crédito cuando sus funcionarios vuelvan a Buenos Aires dentro de 20 días.

Lo que no cierra del Presupuesto es la inflación del 28%. Todos consideran que en la medida en que se van aflojando las normas de aislamiento debido a la pandemia de coronavirus y el gobierno a su vez vaya descongelando tarifas, el incremento de los precios se va a potenciar. El economista Carlos Melconian dijo el viernes pasado en una charla de la Cámara Inmobiliaria del Uruguay, que la inflación “under line” que no puede captar el INDEC sería del 50% anual, es decir unos 15 puntos más alta que el IPC.

Arriazu plantea que con una inflación más alta el año que viene, y una mejora de la recaudación fiscal, sin necesidad de hacer un ajuste superior a los gastos, más allá de la eliminación de los “gastos covid”, el déficit primario podría quedar en 3,5% a 3,6% y hacia ello apuntaría el FMI cuando arranque la negociación.

En ese esquema, queda claro que el ritmo de crecimiento del gasto de otros componentes del presupuesto se seguirán manteniendo

Entonces, más allá de que el Presupuesto termine siendo aprobado con un déficit primario más alto, no es de descartar que el próximo acuerdo gire en torno de un programa económico que incluya un rojo menor, el cual no tendría que implicar mayores sacrificios a la sociedad. De hecho, la política del FMI en la pandemia es contracíclica, evitando pedir ajustes a los países que están pidiendo asistencia.