Buenos Aires, mar 19 (ANP)-Desde inicios de 2016 que la nafta para el consumidor argentino no está tan cara como hoy en relación al precio internacional del petróleo. hoy, como en enero de 2016, 30 litros de nafta súper equivalen al valor de un barril de petróleo crudo Brent. Poco más de un tercio que en septiembre de 2018, cuando se necesitaban 84 litros para alcanzar el mismo valor internacional que el barril del petróleo.
En 2016, esa brecha se fue corrigiendo y el precio relativo de la nafta se fue abaratando: si bien en aquel entonces la nafta aumentó su precio en un 24% en pesos en tan sólo 5 meses, el precio internacional del crudo recuperó su valor en un 60% medido en dólares.
¿Se puede esperar algo similar a la salida de esta crisis, y que la corrección implique una recuperación nominal y en dólares del precio local de la nafta junto con un valor internacional creciendo con fuerza?
Hay grandes diferencias entre la situación cuatro años atrás y la realidad que nos ofrece el 2020.
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1 )Desde el contexto internacional: La crisis petrolera en 2016 fue casi exclusivamente endógena, el petróleo había iniciado su lento, pero persistente descenso desde su máximo de 125 dólares por barril en marzo de 2012, y se acercaría a los 30 dólares en enero de 2016. Esa caída estuvo casi exclusivamente ligada a las particularidades del sector, específicamente un crecimiento de los stocks de la mano de la consolidación de la producción no convencional y desmarques en los países que conforman el bloque de la OPEP.
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La realidad de los precios internacionales del sector hoy, no obedecen únicamente a rupturas en el seno de la OPEP, ni mucho menos. Las diferencias de criterio y juegos de poder en la OPEP son inocultables, pero el origen central de la crisis en el sector hoy es otra. La brusca caída en el nivel de actividad por impacto del Corona Virus, tendrá un correlato inmediato notable en la demanda mundial de energía. Por otro lado, el precio del petróleo debe también ajustarse al nuevo sistema de precios de los activos internacionales, aunque claro con una cierta sobre reacción por su carácter súper transable y su alta sensibilidad a la dinámica económica global.
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2)Desde el contexto local: La caída en el precio del petróleo de enero 2016 encontró a la Argentina en una situación diferente de la actual. Si bien no había indicadores de crecimiento sostenido claramente apreciables, la profundidad, duración (y perspectiva) del estancamiento de la economía argentina no eran tan claras. Por otro lado, el cambio de expectativas que había generado la asunción del gobierno, la salida del cepo, la prometida salida del default y la potencial recuperación del sector exportador, sumado a un mundo que, si bien no crecía exuberantemente, generó un terreno optimista. En ese marco, se comenzó a instalar una nueva política que liberalizaba los precios de los combustibles líquidos y, al mismo tiempo, sentaba las bases para un sendero de precios en dólares para el gas.
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Hoy la situación es muy diferente, con precios de las naftas congelados en pesos y sin perspectivas concretas de cambios sustantivos, y una realidad social, financiera y macroeconómica, que venía muy complicada. En ese maraco el Coronavirus se constituyó en un ingrediente impensado que le agregó gravedad extrema, y por sobre todas las cosas, dosis inimaginables de incertidumbre.
Ni el aumento significativo en los precios de las naftas locales, ni una recuperación considerable en el precio internacional del crudo, parecen ser alternativas probables para el corto plazo, y quizás tampoco para el mediano. El carácter de precio ancla y esencial para la economía doméstica en plena crisis, y la fuerte contracción de la demanda internacional, les ponen un límite a las expectativas inmediatas.
La política energética argentina, hoy debe estar fundamentalmente dirigida a abastecer con fluidez a las necesidades de su economía doméstica, aprovechando hasta la última gota de sus recursos convencionales y no convencionales, y generando políticas que procuren no destruir el demostrado dinamismo del sector. Con dificultades para dinamizar el sector vía precios, se necesitan políticas paliativas dirigidas a un sector estratégico.
Y mientras tanto, pensar en un plan de inversión y expansión consistente y realista de mediano y largo plazo, para los tiempos mejores que siempre ineludiblemente vienen.