Buenos Aires, feb 1 (ANP) La tragedia de Villa Gesell en donde un joven fue asesinado por otros jóvenes a golpes de puños y patadas nos muestra una de nuestras peores caras; estamos enfermos y lo que es aun más grave, desde hace mucho tiempo.
Hace más de treinta años que los especialistas en adicciones sabemos que las compañías que fabrican cerveza se dieron cuenta de un negocio tan millonario como letal: dejaron de competir contra el vino, el whisky y otras bebidas alcohólicas y salieron a disputarle el mercado a las gaseosas; y no solo que le ganaron esa batalla al vino y a las bebidas colas, sino que además nos convencieron que la vida tiene mejor sabor cuando lo que triunfa es “el sabor del encuentro”. El nuestro es un país que atrasa y atrasa 50 años; mientras la campaña “Sol sin drogas” hizo y hace agua y “Fleco y Male” nos divierten pero no nos ayudan a modificar ninguna conducta de riesgo, olvidamos que no hay peor campaña de Prevención que una campaña…dura lo que dura un verano, tiene bajo impacto y se diluye en el tiempo, como el mismo verano. Si en lugar de campañas hubiésemos implementado Programas, con planificación y basados en evidencia científica y si en lugar de explicarles a nuestros jóvenes cuánto daño hacen las drogas y el alcohol, hubiésemos creados en los barrios espacios deportivos/recreativos, abiertos día y noche, la película seria otra; y ni hablar si hubiésemos entendido que las escuelas tendrían que abrir los fines de semana para que nuestros niños vayan a jugar y a seguir jugando; esa estrategia de intervención se llama Prevención inespecífica y dio excelentes resultados en muchos países del mundo. Pero no, atrasamos 50 años porque ponemos un semáforo en una esquina peligrosa de nuestra ciudad luego de que hayan ocurrido veinte accidentes y fallecieran algunas personas; nunca pensamos que esa esquina era peligrosa y necesitaba un semáforo.
Hace algunos años la Organización Mundial de la Salud(OMS) definió eso que nuestros adolescentes llaman “Previa” y que nos quita el sueño a todos los padres que tenemos hijos adolescentes y no tanto: el “Consumo episódico excesivo de alcohol”; niños y adolescentes que no consumen alcohol durante la semana y el fin de semana se juntan en una casa, en donde algún padre se encarga de comprar el alcohol porque es mejor “que tomen en casa y no en el boliche” y siempre alguno termina en la guardia de un hospital con un coma alcohólico. Pero lo criminal es la ausencia absoluta de Políticas Públicas en Salud Mental y Adicciones; hace no mucho tiempo un genio sanitarista quilmeño me invito a renunciar a mi cargo de Director de Salud Mental en el municipio porque quise implementar un programa sobre “Consumo Responsable de alcohol en adolescentes”. Me dijo con gran sabiduría que esa estrategia no era viable porque “la venta de alcohol está prohibida a menores de 18 años”. Luego de esa falta de respeto a mi inteligencia, hice lo que me dijo una gran sanitarista quilmeña: un funcionario siempre debe de tener la valija hecha en su oficina. Y ese día renuncie a un cargo, una vez más, pero no a un principio.
Por último, quiero manifestar mi preocupación por la naturalización del consumo de cannabis en los niños y adolescentes de nuestro país; asistimos con absoluta curiosidad a las clases que miles de jóvenes nos dan a cerca de las propiedades de la marihuana y de su pasión por la botánica; eso sí, la botánica de una sola planta, la marihuana, que contiene cada vez mas THC. Todos los días golpean la puerta de nuestros consultorios padres desesperados que fueron convencidos por sus hijos a cerca de que era una gran idea ver como germinaba esa planta inofensiva que tiene más propiedades que el aloe vera; mientras tanto, cada día vemos cientos de jóvenes con brotes psicóticos inducidos por uso y abuso de cannabis.
Estamos viviendo tiempos raros; tiempos raros que definen el dolor de una época; los que ya peinamos canas y tenemos entre 40 y 50 años, somos parte de una generación extraña, lo que nos impide poner límites sin sentir culpa; somos la última generación que le tuvo miedo a sus padres y la primera que le tiene miedo a sus hijos. La vida no dejara de doler mientras escuchemos decir a la madre del joven asesinado en Villa Gesell, “nos mataron al único hijo que tenemos”. Y habla en pasado usando el presente; porque solo en las guerras los padres entierran a sus hijos. Si no hacemos algo, la historia nos condenara.
*Especialista en Políticas Publicas en Salud Mental y adicciones