BUENOS AIRES (ANP).- Siempre que se estrene una remake de un mega clásico habrá que prepararse para escuchar todo tipo de críticas, desde las que analizan la profundidad del personaje central hasta las que apuntan a lo estético, pasando por los nostálgicos que se quejan hasta del nuevo vestuario.

Como era de esperar, la «Nosferatu» del estadounidense Robert Eggers es uno de esos casos polémicos aunque quizás vaya un poco más allá porque acá estamos hablando no de dos versiones sino de tres (más el bonus track que fue «La sombra del vampiro»).

Esto significa que aquí hay tres Nosferatu-teams y todos radicales: está el que amará la nueva película, el que la odiará por atrevérsele a la protagonizada por Klaus Kinski, y los incondicionales de la primera, la versión muda.

Pero siempre se trata de rescatar lo bueno y hay que decir que el joven Eggers salió bastante airoso de la prueba, considerando que tenía que batallar contra dos colosos. Este filme tiene a su favor muy buenas actuaciones, entre las que destaca Willem Dafoe, y el rasgo distintivo que aporta la hija de Johnny Deep, Lily-Rose.

En cuanto a los tres vampiros, hay que decir que el talentoso Bill Skarsgård, a cargo del temible Conde Orlok en esta nueva adaptación, no puede con sus dos predecesores por el peso del legado que dejaron. Uno, el controvertido pero genial Kinski, y el otro el imbatible Bruno Ganz, muy alabado por su personificación de Hitler en «La Caída» (2004). De todos modos, vaya un hurra para Skarsgård y su cuidada actuación.

Eggers basó su película en la primera Nosferatu, la dirigida en 1922 por el alemán Friedrich Murnau, que reunió a todos los personajes conocidos de Drácula porque el muy pillo hizo una copia descarada del libro de Bram Stoker, cambiando los nombres para no pagar los derechos de autor.

Nosferatu (1922)

Para muchos, no hubo ni habrá mejor trabajo que aquel porque, dejando de lado las limitaciones técnicas de la época, el vampiro compuesto por el actor Max Schreck logró encarnar a la suma de todas las pesadillas: despertar y ver junto a la cama a un ser que no trasmite ni vida ni muerte y con el rostro más pesadillesco que la mente humana pueda imaginar.

Nuestro segundo Nosferatu es la obra maestra filmada por Werner Herzog en 1979, que contó con el poderoso Klaus Kinski como protagonista, Isabelle Adjani —nacida para transmitir misterio y magnetismo— y como si eso no bastara, con el ya mencionado y enorme Bruno Ganz.

Más allá de los gustos, hay pleno consenso sobre que a esta versión no hay nada que objetarle y quien piense que su ritmo es lento debe recordar que se trata de una de las mejores expresiones del cine onírico. Ahí radica su belleza y principal punto fuerte.

Nosferatu 1979

Volviendo al presente, la nueva Nosferatu también es intachable desde lo técnico si bien podría mencionarse la excesiva oscuridad de la fotografía, aunque haya sido adrede. Según explicó el director, quiso lograr una penumbra amenazante y desvitalizadora pero su recurso podría llegar a volverse tedioso y cansador para la vista humana.

Sin embargo, sabiendo el desafío que asumía, Eggers buscó diferenciarse y lo logró a través de tres recursos, el primero relacionado con las apariciones del vampiro más sugeridas que reales. Un segundo cambio fue darle una escena final que rompe con el espíritu de Nosferatu ya que lo que ocurre sería lo último que hubiera hecho este particular vampiro, porque nada más alejado de él que la pasión física.

El último replanteo es el personaje femenino que es el que en todas las versiones marca la diferencia. Mientras las dos primeras Ellen Hutter eran la encarnación del bien frente al mal, esta tercera es más aggiornada a los tiempos de desesperanza del mundo actual, donde el poder de las tinieblas parece haberse vuelto mucho más interesante que la bondad.

Aunque la conclusión de esta columna sea que el final y el personaje de Ellen son los desaciertos que probablemente impidan que la película sea un clásico, cada uno tendrá que formar su opinión porque el paso del tiempo cambia la mirada del espectador. No hay duda de que la oscuridad hoy vende más que la virtud, y es obvio que la prioridad de este viejo y sabio vampiro es sobrevivir dándole el gusto al público de sangre joven que es, sin duda, su sangre favorita.

 

Por NP