BUENOS AIRES (ANP).- Alemania, la locomotora económica del Viejo Continente, la nación que desde el final de la Segunda Guerra Mundial procura pagar tanto daño hecho a la humanidad recibiendo a millones de refugiados y siendo la conciencia bienpensante de Europa, está siendo sacudida por el extremismo ideológico que no respeta fronteras ni idiomas.

Los recientes resultados electorales en los territorios que eran de “Alemania Oriental” shockearon el panorama político del país que se bandea hacia la derecha y hacia la izquierda, en esa zona .

La victoria histórica de la Alternativa para Alemania (AfD) en Turingia y su cercanía con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) en Sajonia reflejan un cambio notable en las dinámicas políticas, evidenciado por la frustración de los votantes con el status quo que gobierna el país desde hace varias décadas.

El éxito de la AfD, liderada por Björn Höcke (Foto), encendió alarmas en todos lados, especialmente, dentro del gobierno del canciller Olaf Scholz, quien calificó a los resultados como «amargos» y «preocupantes«.

Sin embargo, desde los círculos empresariales de la economía más importante de Europa (y una de “Las Siete” más poderosas del mundo) sugieren que la culpa del avance de los extremos en las elecciones regionales es del propio Scholz.

El ascenso de Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW) también es significativo. Este nuevo partido combina políticas económicas de izquierda con posturas anti-inmigración y prorrusas, logró captar una porción considerable del electorado, lo que llevó a los socios de la coalición de Scholz, como Los Verdes y los Demócratas Libres, a enfrentar posibles desafíos en Turingia.

Ambas regiones quedaron bajo dominio soviético en 1945 y, en 1949, pasaron a formar parte de la República Democrática Alemana (o Alemania Oriental), uno de los estados títere del gobierno comunista de Moscú.

Cuando desapareció la Cortina de Hierro, quedó muy en evidencia la diferencia económica y social entre el oeste desarrollado, multicultural y rico, y el trasado y represivo Este.

Los muchachos de BSW, por ejemplo, desafían una de las políticas más contundentes del gobierno alemán: su oposición a la invasión rusa a Ucrania y al apoyo explícito al gobierno de Vladimir Zelensky mediante suministros de armas y dinero.

La situación entre los extremos pone presión adicional sobre Scholz, quien podría verse forzado a adoptar posturas más duras sobre temas sensibles como la inmigración y la política exterior especialmente con las elecciones nacionales alemanas programadas para el próximo año.

La reacción de los legisladores de la AfD y la BSW durante la intervención del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky en el Bundestag (parlamento alemán) también sugiere que las posturas controversiales resonaron positivamente con ciertos segmentos del electorado.

Estos eventos reflejan una creciente polarización en la política alemana, con un cambio evidente en las prioridades y preocupaciones de los votantes que podrían tener implicaciones duraderas para el futuro político del país.

Por NP