BUENOS AIRES (ANP).- Decir que echaron a Fernando Gago por la forma en que perdió el partido con River Plate es la forma más fácil de dejar atrás un problema que aqueja a Boca, y es la falta de claridad sobre “a qué se quiere jugar” y con qué jugadores contás para llevar adelante ese juego.

Es cierto que Gago no clasificó a la Libertadores contra el modesto equipo de Alianza Lima. Pero allí ya comenzó el germen de este desenlace .

Boca salió “a no perder” el partido de ida en Perú, dando una pálida imagen, para luego no poder ganar como debía en la Bombonera. También es cierto que, si Edinspn Cavani no erraba el gol casi hecho debajo del arco, otra sería la historia, pero justamente la historia no está forjada por lo que pudo haber sido, sino por lo que fue.

Luego alternó partidos buenos y mediocres contra equipos locales. Nada muy relevante, pero le permitió estar puntero en su grupo.

Llegó el partido con River y otra vez el temor se adueñó del conjunto boquense, que no le permitió usufructuar una de las peores defensas que ha presentado el equipo millonario en los últimos 10 años.

Eso sí. Tampoco jugaba bien el Boca de Jorge Almirón, que llegó a disputar una final de la Copa Libertadores definiendo por penales todos los partidos que no fueron la fase de grupo, y la hinchada lo festejaba como un logro.

         Entonces ¿qué es lo que se premia, que es lo que se condena?. Uno de los comentarios más resonantes es que a Gago le trajeron todos los jugadores que él pidió. A ser honestos, hace mucho tiempo que en el fútbol argentino solo se compra “lo que se puede”.

Cavanni, para dar un ejemplo, tendría que haber llegado un año antes, cuando se la pasó “haciendo banco” en el Sevilla, pero su cuerpo todavía no estaba fatigado de tantos partidos.

Que Marcos Rojo siga siendo el central de Boca es una afrenta para quienes vimos jugar allí a Roberto Mouzo, y “más acá” en el tiempo a Walter Samuel . Su espíritu “tribunero” tal vez sea lo único que lo mantenga en el puesto.

Las urgencias no dan lugar a los procesos. Ezequiel Zeballos juega mal un partido y es reemplazado al otro, lo mismo para Miguel Merentiel o Kevin Zenon . Y el nuevo técnico sale a comprar media docena de jugadores que también serán descartados en breve.

Boca enfrenta ahora dos desafíos: ganar el torneo local, algo que parece factible ante la talla de equipos rivales, muchos de los cuales juegan la Libertadores, y tratar de no hacer un papelón en el Mundial de Clubes, donde ahí si se enfrentará contra equipos mejor armados.

Para Gago queda el sabor amargo de una despedida sin poder llegar a reivindicarse con el torneo local.

Para reivindicar “los procesos” habrá que destacar que Gago resultó el sexto entrenador en los últimos seis años durante la gestión de Juan Román Riquelme, tomando en cuenta que, desde 2019 a 2023, fue líder del Consejo de Fútbol y vicepresidente de Jorge Amor Ameal, y desde 2023 en adelante como presidente.

Arrancó Miguel Ángel Russo, lo sucedió Sebastián Battaglia, ídolo del club y campeón con las inferiores, al igual que Hugo Ibarra.

Después vino Jorge Almirón, el púnico que le renunció a Riquelme, posteriomente llegó Diego Martínez y finalmente arribó Gago, quien se desvinculó de manera imprevista de Chivas de Guadalajara para firmar con Boca, donde hoy fue echado sin mayores miramientos.

Por NP