BUENOS AIRES (ANP).- Llovía en la madrugada del lunes 19 de enero de 2015 y seguía lloviendo cuando la ciudad se desperezaba para comenzar la semana cuando los argentinos —o al menos la gran mayoría— quedó más que estupefacto, se diría en un shock con mezcla de pánico. Para los acérrimos defensores del gobierno kirchnerista de entonces era un caso de Justicia Divina, pero para casi todo el resto era la tremenda sensación de que ya no había ley ni derechos que valieran.
El fiscal Alberto Nisman, quien llevaba adelante la investigación por la voladura de la AMIA y que ese mismo día iba a presentar en el Congreso todas las pruebas que aseguraba tener contra el gobierno de Cristina Kirchner por complicidad en el atentado, fue hallado muerto en su departamento de Puerto Madero. Se cree que murió el día anterior, aquel 18 de enero.
Diez años después, los últimos informes dictaminan que sí se trató de un homicidio perpetrado por varios atacantes y con la ayuda de «milagrosos» detalles, como que las cámaras de seguridad no funcionaban, o que los custodios no serían interrogados a fondo hasta años después.
Pero lo interesante es cómo cubrieron los medios aquella conmoción política que dejó al país paralizado, sin poder de reacción ante un magnicidio desconocido para las nuevas generaciones de argentinos. Algo nunca visto en la historia reciente: alguien que acusa a un presidente y que aparece muerto horas antes de presentar las pruebas.
Clarín, en aquel entonces locamente enfrentado al gobierno en una guerra sin cuartel, sacó una segunda edición ese lunes en el que tituló justamente con esa definición, «conmoción política». El resto de los medios no alcanzó a reflejar en papel tamaña noticia porque ya estábamos en tiempos de las webs, de manera que volcaron en sus páginas de internet la cobertura de la novedad que nadie podía creer.
El martes 20, La Nación titulaba «Estupor y protestas por la muerte del fiscal que denunció a la Presidenta» y dedicada toda su portada al tema, con editorial y todos los detalles que se sabían a esa altura en las horas de locos que siguieron a la noticia.
Hasta Página 12, acérrimo defensor del gobierno kirchnerista que entraba en su último año de gestión, tuvo que utilizar toda su portada para reflejar distintos análisis y declaraciones sobre lo ocurrido. Pero el principal titular era más que elocuente: «Muerte de Nisman – ¿Qué fue lo que lo llevó a quitarse la vida».
La oscura muerte del fiscal —hallado con su prolijo pijama en el baño, con un tiro en la cabeza que para los peritos tenía un orificio de entrada ubicado en forma más que extraña— llegó a los periódicos de todo el mundo y ocupó un sitio en la portada de New York Times. Hace diez años Infobae recopilaba las repercusiones en la prensa escrita internacional con todas las dudas que despertaba la noticia.
Ese año sobre todo, pero también en los siguientes, el fantasma de Nisman sobrevoló la política como un estigma pesadísimo, agobiante. Sin embargo, tras tantas idas y vueltas, investigaciones absurdas y dilaciones, el miedo y el estupor se fueron diluyendo. En el medio, quedó instalada la sentencia de la opinión pública: un grupo de conspiradores vinculados al poder lo habían asesinado.
No sólo estaba el sentido común, las zonas oscuras, el inexplicable testimonio de los involucrados, la contaminación de la escena del crimen, todos los absurdos que podía entender cualquiera. También estaban las opiniones calificadas. Por ejemplo, la del médico forense Osvaldo Raffo, el mismo que encontró la prueba clave en el caso de Alicia Muñiz que terminó por hundir a Carlos Monzón, analizó las pruebas fotográficas y concluyó sin margen de duda en que se trataba de un crimen.
Diez años después, al iniciarse este 2025, el caso va a camino a reactivarse ya que la Fiscalía Federal N°3 presentó un informe que ratifica que Nisman fue asesinado debido a su investigación del atentado a la AMIA. Otro capítulo se inicia en esta historia que quizás nunca concluya, o quizás sí, pero cuando a muy pocos les conmueva, como si fuera el eco de una triste historia ya pasada.