por Mario Borini (*)

Buenos Aires, abr 11 (ANP)- Todos los días se viene planteando esta opción, cada vez más.

¿A qué se llama una opción? A una situación que excluye a otra. ¿Cuarentena o economía, es una verdadera opción? ¿La cuarentena impide necesariamente la actividad económica? O la inversa, ¿las actividades económicas exponen necesariamente a la población a un  contagio masivo?

El dibujo representa el pensamiento de quienes ven una opción entre salud y economía,  como cosas independientes y mutuamente excluyentes:

¿Existe una tercera opción? Sí. Cuando ambas se intersectan, como se ve en teoría de conjuntos:

Como se ve, la zona común entre salud y economía existe, y es tan pequeña o grande como se quiera. Conste que la palabra economía viene del griego oikonomikis, que es la economía doméstica para la supervivencia.

Argentina se destaca porque aunque está ubicada recién en el lugar 52 de la lista de países con mayor número de casos y en el lugar 80 con mayor número de muertos con COVID-19, adoptó una cuarentena total en detrimento de su economía. Cuatro países asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), son reconocidos por su detección de casos, pruebas de infección y cuarentena selectiva, pese a que los tres últimos superan a Argentina en el número de casos. En Suecia, con 13 veces más muertos que Argentina con COVID-19 van más lejos: sus autoridades consideran que “es tan peligroso salir como quedarse en casa” y que es indigno imponer a su población una cuarentena total.

Pero en Argentina instalaron una falsa opción, como si no existiera intersección entre ambas áreas. Para el Presidente, «si el dilema es la economía o la vida, yo elijo la vida».

La pregunta sería: ¿Cómo una cuarentena podría contemplar la salud y la economía al mismo tiempo en beneficio de ambas?

Con una cuarentena selectiva de entrada. Limitada a los susceptibles. Porque es un principio básico de la epidemiología exponer a los no-susceptibles y no exponer a los susceptibles.

Pero se ha cuarentenado tanto a los susceptibles como a los no-susceptibles, indistintamente. Se ha omitido el concepto de vulnerabilidad que los diferencia.

Y se ha obligado a la permanencia domiciliaria tanto a los infectados como a los no infectados. Se ha omitido entonces también el concepto de contagiosidad.

¿Por qué? Porque en su deterioro, Argentina no puede distinguir a unos de otros, epidemiológicamente hablando, o sea, tratándose de poblaciones en vez de casos.

¿Cuáles son las poblaciones susceptibles al COVID-19 y sus complicaciones?

  •    * Los mayores de 65 años.
  •    * Los que padecen alguna enfermedad que se pueda agravar con la epidemia.

¿Quiénes son los presuntos contagiantes?

  •    * Los que padecen la enfermedad
  •    * Los presuntos sanos que portan el virus

En función de la susceptibilidad y contagiosidad, ¿cómo se podría conocer a la población que debe aislarse físicamente en el período de contagio? Hay varias fuentes de datos:

  •    * censo de población con 65 años y más
  •    * diagnóstico de enfermedad por COVID-19 por la pandemia, hasta los 14 días de su inicio
  •    * detección de contactos de enfermos por COVID-19 hasta los 14 días desde el contacto
  •    * nómina de ingresantes al país
  •    * autoevaluación para quienes pueden contestar preguntas que les indiquen si deben aislarse (por ejemplo, ¿regresó del extranjero en los últimos 14 días? ¿padece de alguna enfermedad respiratoria crónica?). Una buena proporción de la población sabría a qué atenerse, si aislarse o no, con sólo contestar una encuesta que le llegue por medios masivos (medios audiovisuales, whatsapp, correo electrónico, etc.)
  •    * entrevistas a quienes las soliciten, telefónicas o presenciales
  •    * pruebas de la presencia del virus mediante hisopado nasofaríngeo o extracción de sangre según el lapso transcurrido desde la infección.
  • Siguiendo este pensamiento epidemiológico, al comienzo de la epidemia el aislamiento físico (mal llamado con el oxímoron “aislamiento social” porque si es social no es aislamiento), podría haber incluido algo más de 5 millones de personas, entre las cuales 4,5 millones son de 65 años y más. El resto, cerca de 40 millones de habitantes podría haber mantenido sus actividades habituales, familiares, laborales, deportivas, culturales, políticas, religiosas, a condición de una política social que para la población general incluya higiene pública, limpieza de manos, distancia física de metro y medio, barbijos y uso de protecciones en el personal de salud.
  • La población aislada se iría reduciendo con la recuperación de los enfermos y el transcurso de los 14 días. Pero iría aumentando con los nuevos enfermos, sus contactos y los ingresantes al país.  De manera que habría un flujo en los grupos con y sin aislamiento, lo que requeriría adecuaciones para el control de la epidemia. En el centro de esta política está la población, con la protección simultánea de su salud y economía.
  • Pero en Argentina no es así. La atención se destina a los sistemas. Al de salud que, a la espera de la epidemia, no atiende ni siquiera en los consultorios habituales. Lo mismo hacen los bancos, que tienen a su personal en cuarentena mientras especulan con no enseñar el manejo de las tarjetas y por tanto con los fondos que no se les retiran de sus arcas. Hasta que abren las ventanillas varios días después para un rejunte de jubilados, exponiendo así a la población más susceptible. Y el modelo de explotación del ecosistema depreda y contamina el ambiente alterando al mismo tiempo las relaciones del hombre con su entorno, exponiéndolo a formas de contacto con animales que pueden enfermarlo (zoonosis) como ahora con el COVID-19 y antes con el SARS.
  • ¿Por qué no se hizo lo epidemiológicamente obvio? Porque el sistema está desquiciado. Mientras se prioriza declamativamente la salud, no hay capacidad para atenderla ni prevenirla de otra forma que descargando el gasto y la angustia en la población, cuyas condiciones habitacionales y laborales hacen insufrible la cuarentena y el parate económico. Y las empresas, particularmente las PYMES que no pueden vender stocks remarcados para recuperar pérdidas por cierre y vencimiento de mercadería, aunque paguen normalmente a sus empleados.
  • El sistema de salud no tiene capacidad desde que durante 7 décadas hubo reducción de camas de internación en relación al crecimiento de la población, retaceo de terapias intensivas y respiradores, obsolescencia tecnológica, caída presupuestaria, desabastecimiento de insumos, no reemplazo de personal por fallecimiento – jubilación – renuncia, magros salarios, disociación con la salud mental y con la salud ambiental. Pero no es un problema tan solo local: en Italia también destacan la reticencia del Estado con la salud[1]
    Por eso se apeló en Argentina a la cuarentena total, evitando el bochorno de la desatención masiva. Se cuarentenó al mismo tiempo a las jurisdicciones sin ningún caso por COVID-19. Hubo sucesivas prórrogas. Se abarcaron todas las actividades, salvo insuficientes excepciones establecidas en el DNU de emergencia sanitaria. Se cometieron así sesgos de poblaciones, geografías, actividades y oportunidades que tienen alerta roja en un manual de epidemiología. ¿Será que la falta de consideración profunda de esta disciplina contribuyó al predominio del control con una cuarentena militarizada, sin equipos de salud a la vista?El resultado es que se descarga una vez más en la sociedad el gasto que corresponde hacer al Estado con impuestos que recauda para 2 de las 5 Finalidades del Presupuesto de la Administración Pública Nacional: Servicios sociales, que incluyen salud, y Servicios Económicos, dedicados fundamentalmente al desarrollo  de las PYMES.

    Entonces, con la miseria que supimos conseguir, se procede a improvisar medidas, como la habilitación transitoria de lugares impropios como Tecnópolis para suplir con apuro la falta de camas.

    Pero todo esto no se dice. El aislamiento físico y total que se ha vuelto indeterminado, se presenta con argumentaciones que parecen científicas, cuando debería admitirse francamente que hubo desvío y malgasto estructural de fondos públicos por décadas, que sigue hasta la fecha con los sobreprecios pagados por el Ministerio de Desarrollo Social en las compras de alimentos para hacer frente a la epidemia.

    De manera que muchos sabemos que el dinero que falta para hacer lo que convendría, en algún lugar está.

    Y que de persistir con esta dicotomía entre salud y economía, se profundizarán el empobrecimiento de la población y la extranjerización de la economía, con su grave y evitable efecto boomerang sobre la salud física, mental, social y ambiental, que habría que medir con el mismo ahínco que se pone en contar los casos afectados por el COVID-19.

    [1] Según la Federación Regional de los Médicos Cirujanos y Odontólogos, “la desastrosa situación» de la región se debe «a la interpretación de la situación sólo en el sentido de una emergencia intensivológica, cuando en realidad era una emergencia de salud pública”, porque durante muchos años “la salud pública y la medicina territorial se han descuidado y debilitado”. https://www.infobae.com/america/mundo/2020/04/07/los-siete-errores-que-causaron-una-situacion-desastrosa-en-lombardia-la-region-de-italia-asolada-por-el-coronavirus/

(*) Mario Borini es pofesor titular de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Lmborini@intramed.net

 

 

 

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