Buenos Aires (ANP) – El gobierno tiene un as en la manga para mostrar ante el espacio muy limitado con el que cuenta para bajar impuestos de manera nominal. Se trata de la reducción de la inflación. Cuando los precios suben, la recaudación acompaña la tendencia pero cuando baja, implica que hay menor presión tributaria.
De acuerdo con estimaciones del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) la recaudación del impuesto inflacionario puede llegar a bajar 2,3 puntos porcentuales del PBI durante 2025, terminando el año en 2,4% del PBI.
«Este descenso interanual surge de pasar de una inflación promedio anual del 220% en 2024 a una del 41% en 2025 y de un aumento de M2 privado equivalente a 1,4 puntos porcentuales del PBI entre ambos años», señala el IARAF.
El estudio indica que «de concretarse estos supuestos de descenso de la inflación y de aumento del M2 privado, la reducción de 2,3 puntos porcentuales del PBI de impuesto inflacionario, constituiría la principal baja impositiva del año 2025, seguida en segundo lugar por la desaparición de impuesto PAIS, que tuvo una recaudación de 1,1% del PBI durante el año 2024″.
Es de recordar que en 2025 la principal baja de impuestos ha sido la eliminación del Impuesto PAIS y la derogación de retenciones a las exportaciones de las producción de las economías regionales. Pero todo ello apenas supera 1 punto del PBI.
Junto con la eliminación de gasto tributario, la otra herramienta que puede servir para reducir la presión tributaria es la reducción de la inflación.
El IARAF señala que el impuesto inflacionario es la pérdida de poder adquisitivo del dinero líquido que poseen los agentes económicos, entre ellos los consumidores y las empresas.
«La base imponible del impuesto es la cantidad de dinero líquido, usualmente medido a través del agregado monetario M2 privado, y la alícuota es la tasa de inflación del periodo que se quiera analizar», indica el estudio.
Al respecto plantea que «el BCRA tiene la potestad de emitir dinero, lo que, a través de la generación de inflación, termina derivando en una pérdida real para los tenedores de pesos y activos líquidos (circulante y depósitos a la vista)».
«Este impuesto no solamente puede beneficiar al Estado, sino también a los bancos, que, al crear dinero secundario, también pueden verse beneficiados por los pasivos líquidos que tengan con sus clientes», dice el reporte