La inflación argentina no solo se ubica entre las más altas del mundo sino que también muestra una composición que en sí misma muestra el caldo de cultivo de una mayor alza de precios en un futuro no tan lejano, ya que deja en evidencia profundas distorsiones entre los servicios regulados y los bienes a los que los controles de las oficinas públicas no les es tan fácil llegar.
Esa es una de las principales diferencias entre la elevada inflación del período de Mauricio Macri, al menos hasta que, asustado por las encuestas, el ex presidente volvió sobre sus pasos y congeló tarifas en el último tramo de su mandato. En la actualidad, la inflación ocurre a pesar de un dólar oficial contenido, servicios públicos con un tímido descongelamiento y la insistencia en regular sin éxito una canasta de alimentos básicos. Un mundo de diferencias con tres años de libre flotación del tipo de cambio y una recomposición tarifaria que implicó subas astronómicas en los servicios públicos.
La pregunta que todos temen responder es qué pasaría hoy, con una inflación anualizada de tres dígitos, si todas esas variables fuesen liberadas. Sin pretender dar un número como respuesta, es válido advertir que la evolución de los precios tienden a equilibrarse en el largo plazo si se los libera de la carga de regulaciones, controles y cepos varios.
Y ahí empiezan los problemas. El último informe del INDEC muestra la marcha dispar de los precios de bienes y servicios, con algunos casos extremos. No es casualidad que los precios de los servicios regulados sean por lejos los más rezagados.
Sólo tomando los últimos doce meses -en plazos más largos, la brecha se amplía- puede observarse que la indumentaria aumentó el triple que el rubro Electricidad, gas y otros combustibles y que Verduras, tubérculos y legumbres subió 3,5 veces más que Servicios de telefonía e internet.
La necesidad de reducir el gasto en subsidios para cumplir las metas de déficit primario obliga a un aumento de tarifas y, a su vez, implicará un traslado a precios que cada vez cuesta más postergar.
Ante el inicio de un año electoral, la perspectiva de que el incremento tarifario se quede a mitad de camino y que la anunciada segmentación se diluya en medio de la inflación futura no debe ser descartada. ¿Volverá a pasar como en 2015 que se deje el «trabajo sucio» al gobierno que viene?