BUENOS AIRES, Dic 30 (ANP).- La sombra de una extinción masiva, esa espada de Damocles siempre balanceándose sobre la nuca de la humanidad, es el punto de partida de «No mires arriba», la exitosa producción de Netflix con Leonardo DiCaprio a la cabeza, que recorre los imaginarios últimos seis meses de la raza humana antes de desvanecerse para siempre de la memoria del Universo.
La premisa es de por sí inquietante, y el director Adam McKay eligió no perder el tiempo en sutilezas para plantear un mundo condenado y lleno de estúpidos indolentes totalmente inconscientes de su propia mortalidad, que inundan no solo las calles y los sitios cotidianos sino también los principales estamentos de poder, que es lo verdaderamente grave.
La historia comienza cuando la estudiante de posgrado en astronomía Kate Diabiasky (Jennifer Lawrence) descubre que un cometa de grandes proporciones se dirige a la Tierra sin remedio. Este aterrador descubrimiento la lleva a embarcarse junto con su profesor, el Dr. Randall Mindy (DiCaprio), en una lucha denodada para convencer al mundo de que hay que actuar rápido para desviar al implacable asesino espacial de su curso inexorable.
Pero la película está planteada como una comedia dramática con ribetes de humor absurdo, y ahí parece residir la falla porque los supuestos gags no son graciosos. El pretendido humor, que debería ser el ingrediente que ayude al espectador a digerir el más grande miedo de la raza humana, no está logrado. Esta cinta no es un drama liso y llano, y como comedia, es muy flota. Lo más probable es que cuando lleguen los créditos finales, el público se sienta deprimido o fastidiado, o simplemente furioso de ver tanta estupidez elevada a su máxima expresión.
Porque en ese camino ingrato que los protagonistas eligen, irán topándose con el descrédito y las burlas de una galería de personajes pusilánimes hasta la exageración. Sí hay que admitir que fue un gran acierto haber encargado esos roles antipáticos a grandes y conocidas figuras de Hollywood, como Meryl Streep, aquí en la piel de una presidenta superficial y vulgar, o como Cate Blanchett, que interpreta a una conductora de TV… superficial y vulgar.
Es que, en este punto, parecería que Kate y Randall son dos Quijotes remándola en un planeta de superficiales y vulgares que viven una realidad alterna, absortos en la adoración de los bienes materiales. Los medios de comunicación están llenos de tontos, la presidenta de Estados Unidos es tonta, los familiares de Kate también son tontos. Hasta los expertos científicos -salvo alguna que otra excepción- que dedican sus vidas a prepararse para afrontar una catástrofe de esta magnitud, también lo son. Y toda esa exageración, sin el contrapeso de un humor efectivo, lamentablemente se tradujo en una película exasperante que sólo puede provocar enojo en quien la mira.
Es probable que sea justamente eso lo que buscó el director, que nos despabilemos todos y que aportemos nuestro granito de arena para proteger al planeta involucrándonos en los problemas medioambientales, dejando de relegar la responsabilidad en el otro. Quizás no fue un error sino una elección suya haberlo plasmado directa y brutalmente, con personajes estereotipados adrede. Si así fuera, claramente lo que falló fue el intento de parodia, pese a que el relato tiene buen ritmo, una banda sonora excelente y una producción inobjetable.
Quizás el valor que tenga «No mires arriba» sea recordarnos que hay que disfrutar de las pequeñas cosas, que despertar cada mañana es un milagro en sí mismo y que cada día debería vivirse como si fuera el último. Solo así se entiende para qué fue filmada, más allá de deleitarnos con un desfile de grandes estrellas de Hollywood que, por supuesto, nunca defraudan.