BUENOS AIRES, AGO 1 (ANP).- La aventura no iba a terminar bien, pero como dice el dicho, quién le quita a uno lo bailado: la llegada del monstruo de la canción, el estadounidense Frank Sinatra, fue un golazo en la Argentina de 1981, algo así como una demostración de que el país podía jugar en las ligas mayores porque él, apodado “La voz”, no se hacía presente en cualquier parte.
Para las generaciones más nuevas que quizás no registren la verdadera magnitud del personaje del que estamos hablando, basta decir que fue uno de los grandes cantantes del siglo XX, aclamado en todo el mundo. Con un registro vocal de bajo-barítono, tenía lo que se llama «oído absoluto» (don que, por ejemplo, también tenían Mozart, Michael Jackson, Freddy Mercury y nuestro Charlie García). Actuó en más de 50 películas exitosas, llegó cientos de veces a la cima del top ten musical, y fue amado por verdaderas divas como Ava Gardner, Lana Turner y Marilyn Monroe.
Sus conexiones con la mafia bien valen un párrafo aparte. Se dice que solía frecuentar a los más peligrosos mafiosos y que el FBI todavía guarda un abultado archivo sobre las actividades del cantante con estos poco recomendables amigotes. Incluso, el escritor David Evanier aseguró que Sinatra sentía mucho cariño por la actriz Mia Farrow, con la que había estado casado, y que al enterarse que había sido engañada por su pareja de entonces, Woody Allen, se puso a buscar como loco un matón que hiciera desaparecer al cineasta. Según Evanier, no encontró quien se atreviera a cargarse a alguien tan famoso y Allen salvó el pellejo.
Lo importante es que mañana se cumplirán 40 años de la llegada de Sinatra al aeropuerto de Ezeiza, donde fue recibido por el frio porteño y por una multitud de admiradores. La iniciativa de traerlo al país había sido de otro rey de la canción, pero autóctono, Ramón “Palito Ortega”, quien había planificado dos recitales en el Luna Park y varios shows en el Hotel Sheraton. Aunque ya cargaba con 65 años, Sinatra seguía siendo Sinatra y el negocio no podía fallar.
Pero desafiando todos los pronósticos, la gran apuesta falló y Ortega terminó perdiendo casi dos millones de dólares, una hecatombe financiera que lo obligaría a empezar de nuevo. Un artículo del sitio ElTucumano cuenta que si bien las entradas de los shows en el Sheraton no se vendieron tan bien como se esperaba, lo que marcó el desastre de Palito fue lo de siempre, el riesgo argentino. Es que el dólar cotizaba a 1.900 pesos cuando él contrató a Sinatra, mientras que las pizarras de la city anotaban más de 7.500 pesos al momento del recital.
El artículo recuerda otro dato importante, confirmado por el propio Palito. Cuando todo había pasado, estando ya con un pie en el avión que lo llevaría de regreso a EE.UU., Sinatra dijo a Ortega que sabía cuánto había perdido y que siempre contaría con él para levantarse del duro traspié. Y el hombre cumplió su palabra: poco después ayudó a Ortega a instalarse en Miami con su familia para recomponerse, y jamás dejó de enviarle tarjetas de Navidad y de invitarlo a todos sus shows.
Visto a la distancia, el desastre le dejó a Palito tres grandes satisfacciones y un arrepentimiento de por vida. Lo positivo es que Ortega logró construir una nueva vida en EE.UU. donde pudo recuperarse financieramente, ganó una amistad duradera, y se quedó con el orgullo de haber sido el artífice de semejante hazaña artística, totalmente inédita en el país.
Lo que Ortega no se perdona ni se perdonará es haberse negado, al parecer por timidez, a subirse al escenario del Luna Park y cantar a dúo con Sinatra uno de los temas más recordados de Palito, la inolvidable “Sabor a nada”. Y le queda también una gran historia para contar.