BUENOS AIRES (ANP).- El Gobierno está apostando -y así lo plasmó en el proyecto de presupuesto 2023 y en las promesas al FMI- que el año que viene el país contará con un suculento superávit comercial, uno de los pilares para conseguir las divisas que el país tanto necesita.

Tal como señaló un informe de Ecolatina, el oficialismo proyecta un aumento del saldo comercial de casi US$ 4.600 millones, el cual totalizaría US$ 12.347 millones, a partir de un mayor dinamismo en las exportaciones (+7,1%) que de las importaciones (+2%).  

Pero lograr esta ambiciosa meta dependerá de dos cuestiones fundamentales, según señalaron en la consultara. La primera es la puesta en marcha del Gasoducto Néstor Kirchner antes de que comience el invierno, y la otra es que al sector agropecuario le vaya muy bien el año que viene.

Aquí es donde se encienden algunas luces amarillas en el plan gubernamental. En cuanto al gasoducto, Ecolatina señaló que si bien una vez en marcha permitirá al Gobierno ahorrar un monto considerable de dólares que de otra manera se irían al exterior vía pagos por importaciones de energía, quizás no sería suficientes para compensar las crecientes restricciones a las importaciones, uno de los principales escollos para la acumulación de reservas.

La otra gran duda es el desempeño del sector agropecuario, motor indiscutido del aporte de divisas al país. «Pese a que el Gobierno espera un crecimiento del 6% para el sector luego de 3 años consecutivos sin crecer, se abren ciertos interrogantes sobre la próxima campaña agrícola en un contexto más complejo que el esperado inicialmente», señalaron en la consultora. 

Esas dudas tienen que ver sobre todo con el factor climático, que será el que realmente tenga la última palabra en el volumen final de la próxima campaña. Hay consenso en cuanto a que se aproxima la tercera campaña consecutiva afectada por el fenómeno “La Niña”, y la mayoría de los modelos de pronósticos indican para el trimestre octubre-diciembre una probabilidad del 89% de que la situación continúe.

Por un lado, la campaña agrícola 2022/23 se va a desarrollar en un marco complejo y de elevada incertidumbre, según señalaron en la consultara, «no sólo desde el lado climático sino también desde un contexto internacional con riesgos para los precios de commodities sesgados a la baja, a lo que se suman inquietudes respecto a la disponibilidad de insumos, todo lo cual podría traducirse en un menor aporte de divisas por parte del campo a la economía», comentaron. 

De hecho, durante la presentación de la campaña gruesa, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) proyectó un escenario de menor cosecha para la campaña 22/23 para los principales cinco cultivos, que pasaría de 117,7 M/Ton a 115,5 M/Ton (-1,9%), con caídas en trigo y maíz y una recuperación de la soja.  

En suma, en Ecolatina apuntaron que se trataría de una de las peores campañas en los últimos años, aunque el impacto negativo se reducirá sin duda gracias a una importante mejora en los precios.

Aún así, en Ecolatina concluyeron en que «considerando cierto anticipo en septiembre de ventas de soja que se darían en el último trimestre, la demora en la siembra de maíz y soja y los menores volúmenes de trigo, el puente hasta la hasta la próxima cosecha gruesa se alarga». 

Para la consultora, está claro que la fuerte dependencia que tiene Argentina con el sector agroexportador «genera que la campaña agrícola y la evolución en los precios de las commodities se vuelvan variables económicas con una importancia de primer orden».

Por NP