BUENOS AIRES, AGO 27 (ANP).- Que el Presidente y sus acólitos le hacían pito catalán a la cuarentena que ellos mismos defendían a muerte, es algo que todos sabíamos. Basta recordar la foto del asado que Alberto Fernández compartió con Hugo Moyano el año pasado, en la que todos aparecían muy tranquilos y sin barbijo ni distancia social, casi haciendo alarde de que ellos estaban más allá de las restricciones por el Covid-19 que sí debía cumplir la plebe.
Por eso, nadie debería sorprenderse de las fotos y los videos del festejo de cumpleaños de la primera dama en Olivos realizada en 2020, que un año después tiene al gobierno caminando por las paredes y que derrumbó en cuestión de días la poca imagen positiva que a Alberto le quedaba. Y con elecciones encima, para mayor desgracia.
Claro que lo de Moyano se supo cuando recién arrancaba la cuarentena y estábamos todos frescos, más atentos a si estornudaba el vecino que a lo que hiciera el presidente. En cambio, las imágenes de Fabiola Yáñez y su banda de amigotes amontonados alrededor de la torta, incluyendo a Fernández, llega en medio del hartazgo, con miles de empleos perdidos y de pymes desaparecidas por el cierre de actividades.
Lo que sí es sorprendente, inexplicable, es que a estas alturas, con los cientos de casos de fotos y videos íntimos robados a famosos, un presidente sea tan corto como para posar sonriente para la foto de un festejo que era un delito gravísimo, según sus propias palabras.
Porque, además, AF no lo hizo una vez sino dos (comprobadas), y vaya a saber cuántas más. El presidente también aparece en el video que registró un festejo de fin de año muy concurrido, donde todes se abrazaban con todes y donde se ve a la exlegisladora ultra kirchnerista Gabriela Cerruti acomodando a los invitados para la foto grupal. En el video se ve claramente que la partusa se desarrolló en un lugar techado, aunque Cerruti insista en que estuvieron al aire libre.
Lo verdaderamente llamativo es que estos escándalos no vinieron de cámaras ocultas. Tampoco de un exabrupto del que después haya que arrepentirse, como cuando el fallecido expresidente de Uruguay, Jorge Battle, dijo a un canal de TV que “todos los argentinos son unos ladrones”, algo de lo que luego tuvo que retractarse entre lágrimas. Tampoco fue, como vulgarmente se dice, una “cama”. Fue una fosa que los propios perjudicados cavaron para meterse solitos.
Lo peor del caso es que no es la primera vez que algo así pasa. Son tantas las anécdotas que involucran a políticos y cámaras delatoras, que la experiencia debería haber bastado para que los personajes públicos entendieran que todo lo que se graba o filma con un teléfono celular, saldrá a la luz en el momento menos oportuno. Por eso, conviene un repaso de estos traspiés memorables:
El extraño secuestro de Adolfo Rodríguez Saá
Aunque nunca llegaron a difundirse las imágenes, las crónicas escritas fueron suficientes para horrorizar a la opinión pública de 1993, cuando el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, denunció que lo habían secuestrado y obligado a participar de actos sexuales para filmarlo y extorsionarlo. Si bien primero dijo que lo atraparon en la calle, luego admitió que había sido en un hotel donde estaba con su amante. Lo cierto es que hasta el propio presidente Carlos Menem puso en duda el relato del gobernador, al punto que una de las hipótesis que más fuerza ganó fue que Rodríguez Saá inventó el secuestro para frenar la difusión de la filmación de una orgía real en la que había participado voluntariamente. Por suerte, las dudas no frenaron la carrera política del hombre, que pudo superar el amargo recuerdo y continuó como legislador hasta llegar a ser el presidente interino del país por una semana.
Los bolsos de López
Uno de los más recientes ejemplos fue el que tuvo como protagonista al exsecretario de Obras Públicas kirchnerista, José López. Este señor se dio a conocer masivamente cuando aquella madrugada de junio de 2016 fue captado por una cámara de seguridad mientras tocaba el timbre de un convento (que finalmente, no era un convento de verdad) portando unos misteriosos bolsos (llenos de dólares) y una tremenda ametralladora que apoyó en el piso, como si fuera una mochila cualquiera, mientras se daba a la tarea de meter los bolsos en el lugar con la ayuda de una extraña monjita. Todavía nos preguntamos cómo este señor, asiduo visitante de ese lugar y sabiendo de la existencia de la cámara, no tuvo siquiera la viveza de envolver el arma en algo.
Contando dólares en La Rosadita
Otra historia de dólares y videos es la que protagonizaron Martín, el hijo de Lázaro Báez -hoy en prisión junto a su padre por otras “cositas” que les encontraron-, y su contador mientras contaban afanosamente cientos de billetes verdes de dudosa procedencia en una financiera de Puerto Madero, conocida como “La Rosadita”, nombre de por sí revelador. Lo grave del caso es que la relación cercana de los Báez con los Kirchner convertían el hecho en un ilícito de corte político. Y lo gracioso es que los protagonistas del video contaban sin preocuparse en absoluto por la cámara que los enfocaba. Sigue la duda de si toda esta gente es o se hace.
Lorenzino y un meme para la posteridad
¡Cómo olvidar el “Me quiero ir” de Hernán Lorenzino! No hay duda de que quien fuera ministro de Economía entre 2011 y 2013 pasará a la historia por aquella frase desafortunada que soltó en medio de una entrevista grabada con una periodista extranjera, dicha ni bien ella le preguntó por la inflación. Lorenzino explicó más tarde que no se estaba quejando de la pregunta, sino porque la charla se estaba extendiendo y se le hacía tarde. Sin embargo, no hubo caso. La frase quedaría instalada y lo inmortalizaría en un meme eterno.
A los micrófonos los carga el Diablo
En ese repaso de torpezas audiovisuales, no está de más recordar los traspiés de los políticos con los micrófonos que quedan abiertos, algo que cualquier estudiante de periodismo sabe que es muy probable que pase y que, de hecho, ha pasado a varios. El puesto top es para Pepe Mujica, que siendo presidente de Uruguay y en medio de un acto público, le dijo a un colaborador: “esta vieja es peor que el tuerto”, en referencia a la entonces presidenta Cristina Kirchner y a su fallecido esposo, Néstor. Mujica, pese a que le sobra experiencia armando bombas y desarmándolas, cayó como un principiante en la vieja trampa del micrófono delator.
Otra de micrófonos traicioneros
Otro despistado fue el actual ministro de Economía, Martín Guzmán, quien el año pasado fue objeto de infinitas burlas cuando en una conferencia le dijo al que estaba a su lado que él bien podía hablar “saraza” el tiempo que fuera necesario. Aunque luego ensayó una excusa tontuela, creemos que el término saraza y todas sus variantes lingüísticas lo perseguirán hasta el fin de sus días.
Cristina, el broche de oro
Para cerrar este repaso de torpezas, nada mejor que recordar los exabruptos de la vicepresidenta al teléfono. En el manual básico de la política está escrito que hay que tener cuidado con lo que se dice por estos aparatitos porque la historia moderna está plagada de escuchas que terminaron sellando la suerte de muchos políticos. No es el caso de CFK, que sigue en carrera pese a su inolvidable: “Hacéla mierda a esa gorda h… de p…”, por Margarita Stolbizer. Y a no olvidar tampoco su simpático: “Soy yo, Cristina, pelotudo”, dicho con poca paciencia a su sufrido colaborador, Oscar Parrilli.